La dieta como factor clave

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) `la salud es un estado completo de bienestar física, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad o dolenc

La industria agroalimentaria es la responsable de proveer alimentos saludables.
La industria agroalimentaria es la responsable de proveer alimentos saludables.
Agricultura 2000
17:59 • 25 feb. 2017

Autor: Fernando Sánchez-Santed




Almería lleva muchos años demostrando su compromiso con la investigación agroalimentaria. El desarrollo de nuevos procesos productivos y nuevas estructuras para la producción ha sido básico durante muchos años. La producción sostenible, cuando no ecológica, ha sido y es otro pilar fundamental. La genética y la biotecnología están permitiendo el desarrollo de nuevas variedades que aumentan la productividad, reducen el uso de xenobióticos, mejoran el aspecto, modifican el sabor, etc.




Pero en definitivas cuentas, lo que se producen son alimentos frescos para su venta o para su posterior procesado en cuarta o quinta gama. Como componentes de nuestra dieta son, como se ha dicho arriba, en parte responsables de nuestra salud. 




Lo son desde distintas facetas:




1. Deben ser seguros: no deben contener compuestos que puedan dañar al organismo. La seguridad alimentaria tiene que ver con la ausencia de microorganismos, o de residuos de químicos (plaguicidas fundamentalmente). Los agricultores están acostumbrados a los límites de residuos que imponen las autoridades sanitarias. Estos límites son dinámicos, cambiantes, en función del análisis de riesgos hechos en base a investigación, básica y epidemiológica, sobre los posibles efectos deletéreos de los químicos particulares. Esa investigación es también dinámica, y continuamente está aportando nueva información ajustando los márgenes de seguridad de una manera cada vez más fiable.




2. Deben ser saludables. Según la OMS “La dieta malsana es un importante factor de riesgo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, el cáncer o la diabetes”. Así, un exceso de grasas saturadas, de alcohol, de consumo energético, etc., así como su combinación puede dar lugar al desarrollo de patologías, algunas de ellas graves. La dieta ha de ser saludable también en otro aspecto fundamental, debe aportar los nutrientes necesarios en las cantidades necesarias para un correcto desarrollo y funcionamiento del organismo. Necesitamos consumir a diario grasas, proteínas, carbohidratos, vitaminas; puestos a consumir grasas no es lo mismo de procedencia animal que vegetal, ni grasas saturadas que monoinsaturadas, no es lo mismo carnes (proteínas) rojas que proteínas procedentes del pollo o vegetales (legumbres, por ejemplo) o del pescado, sobre todo azul.




Dieta saludable




Podríamos decir entonces que una dieta es sana cuando no es insana. Pero parece que la dieta en sí misma, o mejor dicho algunos tipos de dietas, son saludables porque protegen del desarrollo de determinadas enfermedades crónicas. Este es el caso de dieta mediterránea (también de la dieta japonesa). Caracterizada por un consumo alto de hortalizas, legumbres, frutas, aceite de oliva y vino (en cantidades moderadas), la investigación epidemiológica está mostrando que la dieta mediterránea protege de enfermedades. Cuanto mayor es la adherencia a esta dieta mejor estado de salud de la población, con menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes, determinados tipos de cáncer e incluso menor incidencia de afecciones neurodegenerativas como Parkinson y Alzheimer.


Es lícito entonces preguntarse por los efectos sobre la salud de los principales nutrientes de la dieta mediterránea (u otra claro). ¿Es el potencial antioxidante de determinadas hortalizas, o del vino, o del aceite de oliva? ¿Es la suma de todos los nutrientes? ¿Es la interacción de la capacidad antioxidante con el potencial anti-inflamatorio?  ¿Sería suficiente suplementar nuestra dieta con más tomate, o aumentado la cantidad de aceite de oliva? ¿Es lícito, o aconsejable, aumentar el potencial antioxidante, o anti-inflamatorio, de un producto, sea fresco o preparado? Por lo general la respuesta más obvia a estas preguntas es que lo importante es tener una dieta equilibrada, junto con un estilo de vida suficientemente activo. No es menos importante por obvia, y todos debemos tenerlo en cuenta, pero aunque parece que es cierto para la población media: ¿es posible buscar una dieta ideal para los bebés? O más concretamente ¿el Sistema Nervioso en Desarrollo tiene las mismas necesidades que el adulto? Sabemos que no, y de hecho se sugiere que los ácidos grasos (Omega-3, DHA) en cantidades adecuadas son fundamentales para el neurodesarrollo; igualmente los suplementos de colina podrían ser saludables para nuestro cerebro en desarrollo.


Parece, pues, que hay diferencias individuales en función de la edad, que podemos extender previsiblemente al envejecimiento, es decir, las necesidades nutricionales de la tercera edad no son la mismas que para los más jóvenes. 


Deterioro cognitivo


¿Y las del cerebro envejecido o envejeciendo? Hemos dicho más arriba que la dieta mediterránea parece proteger, en cierta medida, contra el Alzheimer, y en general contra el deterioro cognitivo con la edad.  Pero no sabemos si es la dieta en sí misma o si sería posible potenciar la dieta del anciano con nutrientes específicos.


Las diferencias individuales no se refieren sólo a la edad. Los hombres y mujeres nos diferenciamos en determinadas funciones fisiológicas que puede, no lo sabemos a ciencia cierta, que requieran de necesidades nutricionales también diferentes en determinados momentos de nuestro ciclo vital. 


Los problemas de neurodesarrollo (parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo, etc) imponen claras diferencias entre los individuos, pero no sabemos si suponen también diferentes exigencias nutricionales. Suponemos que quizá el suplemento con Omega-3,… quizás…


Pero las diferencias individuales no radican sólo en la excepción, o en lo evidente.  La variabilidad es la norma. Somos diferentes genéticamente, pero también nos hace diferentes nuestra experiencia vital, entendida en el más amplio sentido desde lo estrictamente ambiental a la experiencia psicológica. ¿Cabe, entonces, pensar que la misma dieta puede tener efectos diferentes sobre la salud de los individuos? 


Estas, y la mayoría de las preguntas, deben ser contestadas a través de la investigación científica. Puede haber diferentes aproximaciones: clínicas, epidemiológicas, mediante modelos animales, modelos in vitro, modelos in silico. En nuestro laboratorio nos hemos planteado si la presencia o ausencia del aminoácido triptófano (presente en nuestra dieta gracias a alimentos como el plátano, el chocolate o los huevos) de la dieta de animales de experimentación puede modificar determinados parámetros comportamentales y bioquímicos. 


Hemos suministrado dieta estándar de laboratorio, con o sin triptófano, a dos razas de ratas (diferencias genéticas y por tanto fenotípicas diferenciándose en impulsividad) y a dos grupos de ratas de la misma raza pero con diferentes niveles de conducta impulsiva. 


La impulsividad de estos animales aumentó en los animales que tomaban una dieta pobre en triptófano, pero sólo en los que ya tenían un perfil de alta conducta impulsiva, independientemente de si estas diferencias previas eran genéticas (diferencias entre razas) o fenotípicas (diferencias individuales dentro de la misma raza). El aumento en impulsividad en los animales susceptibles corrió en paralelo con cambios neuroquímicos relacionados con el neurotransmisor serotonina (estrechamente relacionado con el continuo conductual impulsividad-compulsividad). Además, la variabilidad de los microrganismos presentes en el sistema digestivo (microbiota) fue también modificada en función de la dieta y en interacción con el fenotipo conductual. 


La variabilidad inter-individual en la microbiota se está relacionando insistentemente con diferencias en el funcionamiento del sistema inmune y del Sistema Nervioso (gut-brain axis). Hablamos de microrganismos residentes en nuestro sistema digestivo, y hablamos también de alimentos. 
Cabe por tanto preguntarnos, para terminar, si diferentes dietas pueden modificar la relación entre microbiota y cerebro. Si este eje puede ser afectado por diferentes nutrientes en función de la edad, o del sexo, etc. En definitivas cuentas la interacción directa y continua entre los alimentos que ingerimos y nuestra microbiota puede ser una vía de comunicación por la que nuestra alimentación es capaz de modificar nuestra mente-cerebro. 


Es pues básico profundizar en estas relaciones para saber si podemos modular las afecciones mentales (neurodegeneración, alteraciones de neurodesarrollo, psicopatologías) mediante modificaciones dietéticas.



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