La Voz de Almeria

Almería

Con el patio Calandria se pierde una forma de vida que nos pertenecía

El viejo patio ha sido clausurado y camina inexorablemente hacia el derribo

La policía ha precintado la entrada al viejo patio entre las calles de Murcia y Granada.

La policía ha precintado la entrada al viejo patio entre las calles de Murcia y Granada.Eduardo D. Vicente

Eduardo de Vicente
Publicado por

Creado:

Actualizado:

Cuando las palas derriben el patio Calandria se llevarán por delante una forma de vida que nos pertenecía. Los patios custodiaban la esencia de la vida vecinal de los almerienses, eran la máxima expresión de esa vida colectiva que tenía como escenarios las calles y las puertas de las casas. Almería era una ciudad de patios. Los barrios antiguos los custodiaban para que fueran eternos. Eran escenarios compartidos donde los vecinos se podían dar la mano desde una ventana a otra, donde en algunos casos había un váter común y una pila arrinconada donde iban las mujeres a lavar la ropa.

Por la pila de piedra del patio Calandria hace años que dejó de correr el agua. Sigue allí, perdida en un tiempo ajeno, sin aquellas manos de mujer que le sacaban brillo, sin las voces que le cantaban las coplas. Hoy, aquel patio encaladado entre las calles de Murcia y Granada se cae de abandono y lo hace con tanta prisa que la policía municipal ha tenido que precintarlo por temor a que una fachada se desplome y provoque una tragedia. Seguramente, en unos años desaparecerá completamente de la escena aunque algunos vecinos de la calle Calandria le pidan al Ayuntamiento que lo conserve. Pero esta no es una ciudad que le guste conservar lo viejo. La historia de Almería en los últimos sesenta años se ha escrito a base de derribos de casas y rincones y de rendir culto a lo nuevo, aunque fuera un espanto.

El patio Calandria era uno de los últimos que quedaban en pie en su distrito y de los más puros que había en la ciudad porque apenas había cambiado en medio siglo. Con su desaparición solo nos quedara el consuelo de los patios de la Loma de San Cristóbal, que siguen habitados y les queda vida para rato, a pesar de la destrucción que sufrió el barrio allá por los años sesenta y setenta, cuando en medio de una anarquía brutal el primero que llegaba se construía una casa a su gusto, sin arquitecto, sin proyecto, sólo con un permiso de obras que te concedían sin otra exigencia que llevar el dinero en la mano.

Destrucción

La Loma cambiaba año a año y lo seguía haciendo en medio de la anarquía. En ese proceso continuo de renovación y destrucción se fueron quedando atrás rincones de una belleza incomparable, callejones que parecían sacados de un cuento de las ‘Mil y una Noches’, patios donde convivían las familias en comunidad y donde las formas de vida se habían mantenido intactas durante décadas.

Hoy ya son historia muchos de aquellos espacios y apenas quedan media docena de patios en pie. Los que se han mantenido han perdido casi todo su esplendor, cautivos de la mano del hombre que los ha ido transformando a su acomodo hasta arrebatarles su personalidad. Todavía es posible hacerse una idea de cómo fue el patio de Duimovich, con su laberinto de callejones que ascendían por la empinada cuesta del cerro; todavía se puede ver el patio de Fausto García, con su entramado en forma de ‘ele’, y la angostura que caracterizaban a las calles del barrio. Todavía se aprecian los dinteles de entrada al patio de la Loma y al de Moreda, lugares que siguen ocupados por familias, pero que han ido perdiendo casi toda su esencia.

tracking