La otra penitencia que nos deja la Semana Santa
Los operarios de la limpieza llevan cuatro semanas intentando quitar la cera

Hay calles como la de Mariana, donde la cera no llega a saltar del todo
Uno va aprendiendo que no se debe hablar de Semana Santa salvo para hacer balances inútiles sobre lo que le falta o le sobra a la ‘fiesta’, si han salido más o menos penitentes, el acierto o no de la carrera oficial o si había más espectadores que otros años viendo las procesiones y bebiendo cerveza en los bares. Uno aprende que no es bueno contrariar a los vigías de la fe que no tienen otra cosa que hacer que estar pendientes de los que escriben algo en contra para condenarlos al fuego eterno, saltándose aquella enseñanza que nos dejó la Biblia de “poner la otra mejilla” y no buscar venganza.
Aunque no es rentable criticar algo que esté relacionado con la Semana Santa, uno no puede dejar pasar el problema que supone para el centro de la ciudad esa otra penitencia que nos dejan las procesiones: las manchas de cera sobre el pavimento. No se trata de un problema menor. Solo hay que darse una vuelta temprano por las calles para comprobar que los abnegados operarios de la limpieza llevan más de cuatro semanas intentando quitar las malditas manchas de cera, a fuerza de química, de máquinas y de espátula, sin que el resultado sea el esperado.
El éxito o el fracaso de las operaciones está relacionado directamente con las características del suelo. En calles con losas uniformes el trabajo es menos complicado y los funcionarios realizan su labor con garantías, pero en aquellos lugares donde el suelo está formado por pequeños adoquines, limpiar se convierte en un suplicio. Este es el caso de la Plaza de la Administración Vieja y la zona de la calle Mariana, donde la permeabilidad de los adoquines permite que la cera de los cirios de los penitentes se cuele por las irregularidades de la piedra, haciendo a veces inútil el trabajo de los hombres de la limpieza, ya que el suelo no llega a quedarse nunca limpio del todo y la huella se queda grabada para siempre.
En los primeros días nada más terminar la Semana Santa se hacía difícil transitar por las calles afectadas y la cera provocó más de una caída de peatones y motoristas. El problema no tiene una fácil solución y no es único de Almería. En ciudades como Sevilla, Granada y Cádiz llevan varios años tratando de encontrar una salida airosa, que en ningún caso debería de pasar por prohibir el uso de cirios, que forman parte de la esencia de los desfiles procesionales. Hay ciudades donde los penitentes portan cirios dotados con depósitos donde se va acumulando la cera o quizá se podría optar por la medida de evitar en los próximos años el paso de las cofradías por aquellas calles donde las características del suelo no permiten después la eliminación total de la cera.
Ahora que la ciudad batalla para concienciar a sus vecinos sobre la necesidad de tener una Almería más limpia, ahora que las autoridades hacen grandes desembolsos de dinero público para mejorar los servicios de limpieza, no podemos permitirnos el triste de lujo de que calles fundamentales del centro que son camino casi obligado del turismo que busca los monumentos, presenten el aspecto lamentable que tienen rincones como la Plaza de la Administración Vieja y la calle de Mariana, donde por mucho que se esfuercen los operarios la huella de la mancha de cera acaba haciéndose eterna.