La Voz de Almeria

Almería

Bienvenido, Mister Halloween

Para muchos empresarios Halloween supone un respiro para sus cuentas en la larga cuesta de otoño. El negocio del miedo se dispara en las semanas previas a noviembre con

El hombre  sin cabeza, de la tienda de Río Preto Radio, lucirá en una importante sala nocturna de Almería.

El hombre sin cabeza, de la tienda de Río Preto Radio, lucirá en una importante sala nocturna de Almería.

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Hubo un tiempo en que el miedo era lo que imaginabas, aquello que se intuía después de escuchar el ruido de una puerta en la madrugada; la penumbra de una habitación al fondo del pasillo; el viento golpeando en los cristales de una ventana; el recuerdo, en una noche en vela, de la historia del hombre del saco que nos contaban las abuelas entre las faldas de la mesa de camilla. El miedo, para los niños de mi generación, era la sombra de aquel personaje de ¿Es usted el asesino?, que salía por las calles cuando daban las doce en el reloj, envuelto en una abrigo negro y armado con un paraguas mortal.


Años después el cine nos trajo el miedo quirúrgico de las cabezas cortadas y de las arterías sangrantes convertidas en estrellas del plató, que dejaban al conde Drácula de toda la vida a la altura de un monje Franciscano. Cuando la sangre se hizo tan familiar para los espectadores que nos parecía sobrasada, llegó Halloween para darle otra vuelta al miedo y convertirlo definitivamente en un gran negocio.


Halloween representa a ese miedo festivo que por repetitivo y multitudinario acaba rozando la idiotez; una buena coartada para que los niños salgan de las casas y para que muchos negocios se tomen un respiro en la larga cuesta otoñal. En Almería hay comercios como Río Preto Radio, Villa Pollitos, Publifiestas Conde o la Alegría del Sur, que llevan una década poniéndole una vela a los difuntos para que no pare la fiebre de la noche de brujas. “Hace diez años, por este tiempo, estábamos obligados a llenar los escaparates de figuras del Belén tres meses antes porque desde que terminaba la Feria hasta diciembre no había ningún acontecimiento que influyera en nuestros negocios”, recuerda Andrés Felices, gerente de Río Preto.


Hoy, la noche de brujas les ha servido de revitalizante y la oferta que ofrecen a su clientela es variada cuando llega el otoño. Tienen caretas de todos los personajes que ha convertido en héroes la televisión; tubos de látex para deformar los rostros y dibujar cicatrices  que parecen de verdad; dentaduras deformes rematadas con manchas de sangre y hasta una cabeza cortada del tronco, por gentileza de Río Preto, que en las próximas noches lucirá en un conocido bar de copas de la ciudad.


También se llevan mucho los disfraces, entre los que destacan el de enfermera asesina con una collar de tripas en el cuello y el de Michael Jackson  convertido en un esqueleto con mucho ritmo. “Las mujeres se disfrazan más que los hombres y son más participativas, tal vez porque tienen menos sentido del ridículo”, cuenta Andrés Felices, uno de los magnates de la noche de Halloween.


Los niños también acuden a los comercios en busca de los cubos de calabaza que utilizan como cesta para ir pidiendo de casa en casa: tocan en una puerta y cuando les abren dicen aquello de “truco o trato”, imitando a los niños de las películas americanas. Miedo dan poco, pero a veces se encuentran con algún alma caritativa que les pone un euro en la mano para que dejen de molestar.


Hay clientes que acuden a las tiendas en las vísperas de Halloween buscando productos autóctonos como los artículos de broma que ya se empleaban por este tiempo hace cuarenta años. Esta temporada se lleva mucho el chicle que echa agua, el cojín tira pedos y las bombas fétidas que son un clásico en el catecismo de los bromistas, como los polvos pica pica y la mierda de plástico que ha quedado relegada a un segundo plano.


Todo este material se mezcla en las estanterías formando un gran cambalache del terror que en la víspera del uno de noviembre se echa a las calles para recordar una fiesta plagiada del cine. Aquel miedo antiguo que presentíamos en los pequeños detalles de las películas se ha convertido en un miedo exhibicionista y folclórico, que más que miedo da risa.


tracking