Los 'Flechas' que iban de marineros
Los Flechas Navales tenían su escuela, orientada a enseñanzas relacionadas con el mar

Los Flechas Navales vestían de blanco con un chaquetón azul de invierno. En la foto, saliendo de la Alcazaba en los años 60.
Qué elegantes iban aquellos aprendices de marineros con sus gorras de plato, sus trajes blancos inmaculados y aquellos abrigos azules que formaban parte de la ropa de invierno. Viéndolos de lejos parecían ángeles recién bajados del cielo, aunque después, en las distancias cortas, cuando no tenían cerca la vigilancia de los maestros, algunos parecieran auténticos demonios. Cuando los ‘flechillas’ salían del colegio en tropel por donde pisaban no crecía la hierba y la vida se iba alborotando a su paso.
Eran los Flechas Navales, los hijos del mar que tenían una escuela propia para formarse y que en los buenos tiempos llegaron a contar con una excelente banda de cornetas y tambores que no se perdía un festejo. En los años dorados de la escuela, los Flechas participaban en cabalgatas, en las procesiones de Semana Santa, en las fiestas de los barrios y hasta llegaron a asistir como artistas invitados a la romería de la Virgen del Mar, aunque donde mejor lucían donde se empleaban con todas sus fuerzas, era cuando arropaban a la Virgen del Carmen por las calles de Pescadería. Qué orgullosas se sentían las madres de estos pequeños marineros cuando veían a sus hijos desfilar.
La banda de los Flechas tenía la fuerza de la adolescencia prematura, mezclada con una buena dosis de disciplina militar y ese espíritu arrabalero, de niños pobres de barrio, que siempre conservaron aquellos hijos de pescadores. Cuando se ponían el uniforme blanco, que era su traje de gala, y salían a tocar, sacaban a relucir la solemnidad de las mejores orquestas, pero cuando terminaba la jornada y se echaban a la calle sin artificios ni normas, podían llegar a ser los más alborotadores del barrio y a la vez los más hábiles para jugar al fútbol, para hacer bailar los trompos sobre la tierra y para colocar los petos y las cristalinas en los hoyos de las calles.
La historia de la Escuela de Flechas Navales se gestó en el verano de 1955, cuando la Delegación Nacional del Frente de Juventudes puso en marcha este nuevo proyecto educativo para formar a los hijos de los pescadores. Para entrar en la escuela había que tener entre once y diecisiete años de edad y pertenecer a una familia donde el padre se dedicara a actividades marineras. Además, era imprescindible estar vacunado y revacunado de la viruela, una enfermedad que en los años de la posguerra hizo mucho daño en los barrios más humildes de Almería.
La escuela fue inaugurada en diciembre de ese mismo año, en el edificio donde estaba la Cofradía de Pescadores, en la calle Cordoneros, frente a la popular peluquería de los marineros que regentaba Pepillo ‘el barbero’.
Disponía de tres amplias clases de Enseñanza Primaria y talleres donde los ochenta niños matriculados aprendían el funcionamiento de los motores marinos, de la radio y eran instruidos en las habilidades de la carpintería y la electricidad relacionadas con las labores del mar. Al frente estaban cuatro profesores de enseñanza general, uno de prácticas marineras, otro de teoría y un técnico de radio.
Había clases de religión y de comportamiento, en la que se hacía hincapié en convertir a los zurdos en diestros en unos tiempos en los que escribir con la mano izquierda estaba mal visto.
Fueron muchos los maestros que pasaron por la escuela en los más de veinte años de existencia del centro. Uno de los más recordados, porque llegó a alcanzar el puesto de director, fue don Rafael Navajas Pelayo, que además de impartir clases, entretenía a los niños en los ratos libres haciendo juegos de ilusionismo, disciplina en la que también era un gran maestro. Otro profesor que dejó huella en la Escuela de Flechas Navales fue don Pedro Martínez Simón, que llegó a ser muy conocido por el énfasis que ponía cuando recitaba un poema humorístico en el que explicaba por qué la patata no tenía hueso.
En los primeros años de existencia, cuando la escuela estaba en el barrio de Pescadería, los niños salían todas las tardes a la explanada del Muelle, que era el lugar donde ensayaba la banda de cornetas y tambores y donde les enseñaban a desfilar como pequeños soldados. Eran dos horas largas de instrucción que después daban sus frutos. Los Flechas Navales llegaron a ser una de las bandas más conjuntadas de la ciudad y llegaron a tener tanto reconocimiento que los llamaban hasta de los pueblos para participar en desfiles y procesiones.
Los Flechas se pasaban el día en la escuela, donde además de instruirlos les daban el desayuno y el almuerzo. El colegio tenía vocación de cuartel y en la puerta siempre había un flecha de guardia, provisto de un silbato que hacía sonar cuando aparecía el director o algún personaje importante.
De vez en cuando aparecía por allí algún alto mando de la Cofradía de Pescadores para pasar revista o un miembro importante de la Iglesia para repasarles el dobladillo del alma. Cuando llegaba la festividad de los Reyes Magos recibían la visita de las autoridades y en los primeros años de existencia del centro, les hacían regalos. En enero de 1956, el Gobernador Civil, Ramón Castilla Pérez, le hizo entrega a cada alumno de una cartilla de ahorro con una imposición inicial de cinco duros.