El bar de las patatas con gambas
En 1961 la familia Aguilar Gallart montó el bar Los Cármenes en Ciudad Jardín

La fachada del recordado bar y los hermanos Antonio y José Luis Aguilar, a la derecha, que se criaron en el negocio de sus padres.
Detrás del bar Los Cármenes, que ya forma parte de la memoria sentimental de la ciudad, está la figura de un hombre, Luis Aguilar Torres (1922-2005), al que todo el mundo conocía con el apodo de ‘el Cojo’, un mote que él llevó siempre como si fuera su apellido. Cuando alguien le preguntaba por la cojera, él contaba la historia del accidente que sufrió cuando siendo un niño de cinco años se cayó del carro de su padre y se rompió la cadera.
Sus años de adolescencia estuvieron marcados por la guerra civil y después por el primer trabajo que le dieron, como aprendiz en el taller de ebanistería que el maestro Moisés dirigía en la pequeña plaza de Campomanes, cerca de la calle Real. Pero Luis se asfixiaba en esa atmósfera de serrín y sudor, siempre a las órdenes de un jefe que dirigía su trabajo, por lo que un día decidió cambiar de aires y montar su primer negocio.
Empezó su aventura vendiendo helados en la Feria y en la puerta de la Plaza de Toros. Cuando la venta ambulante dejó de ser rentable para sus aspiraciones, se metió en el mundo de la hostelería, alquilando un local en la calle Real del Barrio Alto, junto a la célebre alpargatería de Tomás, donde montó ‘Casa Aguilar’, un bar típico de posguerra. Ese mismo año contrajo matrimonio con Carmen Gallart. Cuando comenzaron a llegar los hijos el bar se le quedó pequeño, por lo que en 1948 decidió quedarse con una bodega que existía frente a la iglesia de San José, propiedad del empresario almeriense don Federico Estrella, que también regentaba los bares ‘El Cielo’ y ‘El Barranquete’, en la circunvalación de la Plaza del Mercado.
Como Luis era un hombre de continuas iniciativas, quiso seguir progresando y en 1959 probó fortuna con el kiosco de la esquina del sanatorio del ‘18 de julio’, donde apenas estuvo un año, el tiempo que tardó en marcharse a Barcelona, alentado por la posibilidad de hacer negocio aprovechando la corriente migratoria de aquellos años. Allí encontró un local para instalarse, pero momentos antes de firmar la escritura ante el notario, su innata desconfianza le hizo renunciar mientras el vendedor y el notario hablaban entre ellos en catalán. Al día siguiente volvió a coger el tren y regresó a Almería con quince mil pesetas en el bolsillo para invertirlas en un nuevo proyecto. Unas semanas después de venir de Barcelona, Luis Aguilar dio todo el dinero que tenía ahorrado para la entrada de una casa en el barrio de El Zapillo.
En 1961 Luis Aguilar Torres y su mujer, Carmen Gallart, se instalaron en una de las viviendas con jardín para montar ‘Los Cármenes’, que fue el primer bar moderno del barrio, con su barra tradicional y una parte, la del jardín, que se habilitó como terraza. En los primeros tiempos la gente lo conocía como el bar ‘papa’ porque la tapa especial de la casa eran las patatas con gambas. En sus comienzos, cuando la Vega estaba todavía en todo su esplendor, el bar Los Cármenes era una parada obligada de los vegueros en su ruta hacia la alhóndiga.
Los Cármenes estuvo también muy ligado al mundo del cine. Cada noche, un auxiliar de producción de la película dejaba la orden de trabajo del día siguiente colgada de un tablón del bar. Durante el rodaje de Lawrence de Arabia, el actor Antony Quinn se pasaba las horas libres en el bar Los Cármenes, llegando a hacer amistad con su dueño. En una ocasión, cuando el mexicano se quedó sin dinero, le pidió prestadas cien mil pesetas. Dos días después, el actor se las devolvió con veinticinco mil pesetas de propina, una cantidad que en aquellos años era un buen sueldo de cualquier trabajador.
Otra anécdota que ocurrió en el bar en las semanas de rodaje de Lawrence de Arabia, tuvo como protagonista al actor que doblaba a Antony Quinn en las escenas arriesgadas. Se llamaba Jack Daffney y era un tipo extravagante que amaba la buena vida y le rendía culto diario a la cerveza. Aprovechando un día de descanso en el rodaje, Daffney se fue a Gibraltar a comprarse un coche Cónsul de los que fabricaba la casa Ford. Nada más regresar, después de compartir cuatro cajas de cerveza con su esposa, se empotró con el coche nuevo contra el muro del bar, invadiendo y destrozando parte de la terraza. Salieron del vehículo con toda naturalidad, pagaron los desperfectos y se marcharon.
Los Cármenes fue un bar familiar, cosmopolita y de barrio a la vez, donde además de Luis y su mujer, Carmen, trabajaban sin descanso sus hijos Antonio y José Luis.