Don Fasán, el párroco

  • Fede Serrano
  • 04.11.2024

Realmente, él no creía en Dios. Don Fasán creía en sus misas, en sus estampas, en sus túnicas y en sus Vírgenes. –¿Cómo adoctrina el cura? –preguntó un fiel, sarcástico. –¿Cómo que cómo adoctrina el cura? El cura adoctrina adoctrinando –gruñó el sacerdote. Casi siempre Fasán hablaba, y no paraba de hablar, y seguía hablando, pero la butaca tenía la marca de sus glúteos esculpida en ella. Él no se privaba, daba sermones sobre los sermones. Adoraba hacer muecas con la cara cuando hablaba, pero no ridículas, sino para atraer la atención de los oyentes y mostrar su sensibilidad respecto a los temas que trataba. ¡Qué pena que desde hace par y medio de años Fasán no esté! Bueno, un gasto menos para el cepillo.