Este pasado jueves 27, a los 89 años, en una forma previsible, pero no menos cruel que otras, se nos fue en Barcelona un corazón honrado y formal que resistió por encima del plazo que los médicos le concedieron. Fue un superviviente más de una época en la que, en plena adolescencia, vivió los sobresaltos de la guerra en una Almería que recibía cañonazos desde el mar.
Como el más menudo de sus hermanos, veía en el fortachón de su hermano Emilio un ángel que siempre le protegió, quiso mucho a todos ellos; Isidro, el brigada, y al menor; Paco, paciente y bondadoso. Las penurias de la posguerra llegaron después, con su bicicleta cargada sorteando los fielatos.
También su afición al fútbol cuando de jugador atravesaba como un gamo el campo del Canario. Luego la imprenta Guía, Calzados El Misterio en la Puerta de Purchena. Su marcha a la emigración, los pisos compartidos, la fábrica textil, con turnos de 12 horas rodeado de los ensordecedores telares. Más tarde la recompensa, reagrupándose con su esposa Trina y sus hijos. Las visitas de su cuñado Juan con su camión, ayudando con dinero y comida.
La transformación de los colchones a ras de suelo en camas y literas. La educación de sus hijos, la ayuda de su hija Trina, haciendo de madre con sus hermanos para que su esposa cosiera. Pulcro y autoexigente en su trabajo, ingenioso para las chapuzas caseras y de buen hacer cuando pintaba, en sus días de descanso, las casas de familiares y paisanos. Curó las heridas de nuestras traviesas rodillas con aquel alcohol al que soplaba para que no nos escociera. Consiguió que, con nuestras lenguas de trapo, le diésemos el título de “papá-meico”. El Yais se nos ha ido, ahora toca lamentamos porque se nos acabó el tiempo para corresponder a tanta entrega a los suyos. Descansa en paz querido Yais.