Ramón Martínez Siles - trabajador Fotomecánica Indalo
- La Voz
Ramón Martínez Siles falleció ayer a los 61 años, muy joven para lo que era su vida rebosante y su enorme cuerpo. Hubiera sido un excelente especialista de cine si no hubiera acabado trabajando en los talleres de LA VOZ DE ALMERÍA. Sin embargo, allí sí que fue el protagonista, el líder de las noches del Yugo, el ocurrente compañero para animar las largas madrugadas de plomo y tinta. Ramón Martínez Siles era ahí el actor protagonista de la película diaria del YUGO. Entró a trabajar en el periódico en el año 66. De niño quería ser militar como su padre, al que trasladaron desde Melilla a Almería cuando Ramón tenía siete años. Ayer lo recordaba emocionada su única hermana, Mercedes. En los bloques de los militares en Pescadería había un amigo que ya había entrado en el Yugo, era Agustín Sánchez Almodóvar. Le seguiría Ramón. Poco a poco se iría renovando la plantilla de los talleres de LA VOZ DE ALMERÍA, insuflando juventud en aquel bajel negruzco. Entonces eran como un gran barco de papel, con sus calderas, sus velas y obreros sus especialistas. El siempre estuvo en el laboratorio, con Juan Luis de la Rosa, formando las planchas que luego irían a la rotativa. Este, Pastor, Garbín, Andújar, Jerez y muchos otros estaban ayer en el Tanatorio recordando, homenajeando al compañero, al amigo, al familiar. Ramón era líder, bromista, original, inventivo, bruto y follonero y sin embargo sensible, honesto amigo y leal. Una vez le cayó plomo casi hirviendo en el pecho y no soltó el más mínimo gesto. Otra, le recuerdan capturando una rata y atándola a un cordel para domesticarla. Así era Ramón. Hasta tal punto eran amigos y familia más que simples compañeros, que su cuñado Tomás Sánchez, ya fallecido, también trabajaba en LA VOZ. Muchos de ellos también compraron a la vez unos apartamentos en Aguadulce, donde también fueron vecinos. Y algunos de ellos, se hicieron socios tras la venta de LA VOZ a manos privadas. Con Juan Manuel Pérez Marín y Antonio Esquinas montaron Fotomecánica Indalo a mediados de los 80. Primero junto a la Bodega Montenegro y posteriormente, hasta hoy, en la calle Santa Ana, en el Quemadero. Biblioteca Villaespesa Su compradre Antonio Esquinas falleció el año pasado. Con éste, y con otros compañeros de LA VOZ como Paco Iglesias o Torres Tripiana, entre otros, pasó a formar parte de la primera plantilla de la Biblioteca Francisco Villaespesa, hasta hace pocos años que fue trasladado al Archivo Histórico Provincial. Cumplió 61 años el pasado día 7 y estaba a punto de jubilarse cuando hace dos semanas una fatídica caída en su moto en el bulevar de Aguadulce le causó gravísimas lesiones que lo llevaron al fatal desenlace. Ramón deja esposa, Cándida Ferrón, a la que llamaba “su negra” y tres hijos mayores: Cándida, Ramón y José Miguel, a los que llamaba, Coco, Ramón y Chico. Su hija, la mayor, le dio un nieto hace poco más de cuatro años del que se sentía muy orgulloso. Llevaba en la moto una pegatina con el lema. “¿Y si soy abuelo, qué?”. Ramón también era un personaje entrañable para sus propios hijos, que lo recuerdan enseñándoles a pescar en el puerto. “No le gustaban nada las castañuelas”, afirma uno de ellos. Ramón Martínez era amable y cariñoso con todos sus compañeros. Y los hijos de sus compañeros. Por eso ayer el Tanatorio estaba lleno de ellos, quienes no paraban de recordarlo como era, el alma festiva de las duras noches de trabajo en las que se hacía el periódico. Jamás fue al médico y en estos sus últimos días de lucha contra las lesiones le descubrieron que uno de sus pulmones estaba prácticamente inutilizado. No lo necesitaba porque con su enorme corazón le bastaba.
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