Manuel Mensales Sánchez era hijo de unos de los peluqueros más famosos de Almería, pero él no heredó su vocación.
En 1956 entró a trabajar en La Dulce Alianza, considerada como una de las confiterías más importantes de Almería, y allí fue labrando su porvenir hasta que tuvo los conocimientos y el dinero suficiente para montar su propio negocio.
El 30 de mayo de 1968, tres semanas después de despedirse de sus jefes, abrió la confitería Rex, en la avenida de la Estación.
Comienzos El nombre de Rex fue recordando a una confitería que había conocido en sus años de servicio militar en Ceuta. El local donde se instaló se lo alquiló a su suegro y así comenzó su andadura como empresario.
En aquel tiempo, 1968, la Avenida de la Estación no era un lugar céntrico porque todo lo que estaba al otro lado de la Rambla se consideraba como las afueras de Almería, pero a pesar de su condición de extramuros, era una calle que tenía vida propia. Manuel Mensales contaba que en los primeros años salió adelante gracias a la Escuela de Magisterio y a la fábrica de Briseis.
Los aspirantes a maestros tenían la escuela en la Carretera de Ronda y todas las mañanas bajaban en grupo hasta la confitería a la hora del desayuno. También contaba con la clientela que le llegaba de la Estación de Autobuses y del garaje de Alsinas Graells que estaba en la misma calle.
Todavía sobrevivía en la zona la terraza del Tiro Nacional, ya en desuso, y unos antiguos almacenes de esparto que también tocaban ya a retirada. Desde entonces la confitería Rex formó parte de la vida de la Avenida de la Estación y su propietario se convirtió en uno de los personajes al que casi todo el mundo conocía.
Media Almería disfrutó de su sabroso huevo hilado que era imprescindible en los bufés de Navidad del restaurante Imperial y de sus extraordinarios pasteles que tango gustaban a los viajeros que venían de los pueblos, cuando lo primero que hacían, nada más -desembarcar- en la Estación de Autobuses de la Plaza de Barcelona, era pasarse por la confitería Rex.
Afición Manuel Mensales era también uno de los inquilinos del tendido cuatro de la Plaza de Toros, un gran aficionado a la fiesta que destacaba cada tarde por las suculentas meriendas que de forma generosa compartía con los amigos.