Miguel Gutiérrez, tu bondad sigue con nosotros

Miguel Gutiérrez Alcalá

  • La Voz
Miguel se ha ido y todos los que lo rodeábamos nos hemos quedado huérfanos. Porque sabíamos que siempre podíamos contar con él, porque antes de pedirle ayuda, ya él nos la estaba dando. En las dificultades, en los momentos de debilidad, de apuro, no era necesario ir a buscarlo; él ya estaba junto a quien lo necesitaba. Con naturalidad, con afecto, como si los problemas de los demás fueran suyos, él era el primero en ayudar en todo lo que podía. Desde su infancia, su vida estuvo junto a los coches, la mecánica, los motores. Siguió la honrosa carrera de su padre, un conductor y taxista ejemplar, otro Miguel Gutiérrez, de quien heredó su vocación por una profesión en la que marcó una trayectoria imborrable. Tenía una clientela fiel, que valoraba su honradez, su amable buen hacer; la seguridad y confianza que ofrecía la puede atestiguar cualquiera que lo haya tratado. Se ganó sobradamente el respeto y el aprecio de sus compañeros y amigos taxistas, entre los que dejó el mejor recuerdo. La pasión que tenía por su oficio era ilimitada; nunca se quejaba de las incomodidades de ese trabajo, de sus interminables jornadas; él había elegido su profesión, y todo lo que implicaba el mundo del taxi, de los coches, era su única afición, a la que no regateaba horas; solía decir que le pagaban por hacer lo que más le gustaba. Si alguien acudía a él para consultarle, hasta que el problema no quedaba resuelto Miguel no descansaba . Su casa siempre estuvo abierta para quien lo necesitaba; a él acudíamos para buscar soluciones porque sabíamos que siempre nos atendería. En la familia, era con quien se trataba todo lo relativo a nuestros coches; y por supuesto el que más nos enseñó a conducir mejor: seguir sus consejos al volante garantizaba el acierto. Pero era un profesor exigente: a veces nos pedía que realizáramos tareas difíciles –como aparcar en espacios diminutos, o hacer complicadas maniobras-, y así había que hacerlo, siguiendo pormenorizadamente sus indicaciones. Y todos procurábamos cumplir la tradición familiar de estrenar coche con él yendo a la venta Santa Ana para celebrarlo. Para él, su felicidad era estar cerca de su familia, una gran familia, que no solo formaban su mujer, sus cinco hijos y sus nietos, sino muchos más: allegados, amigos, a los nos hacía sentir muy próximos, muy unidos a su núcleo familiar. Gracias por esa confianza, Miguel, gracias por esa generosidad con la que has repartido tanto cariño a tu alrededor. Pudo celebrar en julio del 2013 las bodas de oro con Isabel, su esposa, su compañera inseparable. Juntos han afrontado las alegrías y los vaivenes de una larga historia de amor y responsabilidad; y juntos han completado su andadura común: Isabel , siempre a su lado, solícita, lo ha acompañado con desvelo hasta el final. Y cómo sus hijos han cuidado y atendido a su padre en su enfermedad; han podido aprender en eso del ejemplo paterno. Miguel, nos has dado mucho; aunque no estés aquí, tu bondad sigue entre nosotros.