Era uno de los más avezados profesionales de la industria auxiliar del invernadero. Uno de los precursores del clúster que complementa a la producción de frutas y verduras bajo el plástico ardiente del Poniente. Gabriel López López creció entre semillas, abonos y alambres que vendía su padre Federico en ese territorio de aluvión que era entonces La Mojonera.
Aprovechó como tantos miles de profesionales de la zona el estirón de ese negocio que se iba cociendo con el sol de cada amanecer, desde que se sembraba la semilla de tomate o de pimiento hasta que los camiones los ponían en los grandes mercados centroeuropeos. Gabriel y su hermano Federico ampliaron en 1987 la empresa de suministros agrícolas que fundara su progenitor, ‘Federico Luís López López’ a la de Suahlsa (Suministros Agrícolas Hermanos López).
El primitivo almacén familiar de productos fitosanitarios, en el casco urbano del pueblo, se transformó en un gran centro de servicio a los agricultores con todo tipo de maquinaria y productos para el campo. Fue Gabriel, con su aspecto apacible, un paladín de la innovación en la actividad agrícola, un tipo que se emocionaba con la tecnología, con todo lo que implicara quitarle trabajo a los agricultores, a los primeros eslabones en esa larga cadena que es la agricultura intensiva bajo plástico. Asesoraba y aprendía de los productores a pie de campo, preparando pedidos, rodeándose de ingenieros técnicos e intentando siempre prosperar con su empresa.
Tenía 63 años, esposa y tres hijos y se encontró con el fatal desenlace en la carretera, cuando circulaba por la ruta entre Solanillo y San Agustín. Chocó con otro vehículo y terminó cayendo a un embalse de riego sin poder salir del compartimento.
Era uno de los decanos, de los memorialistas del Poniente almeriense, de los que han ido viendo crecer ese lugar llamado Milagro.