El pasado 17 de octubre les preguntó a su mujer y a sus dos hijos: “¿qué hacéis aquí que me habéis asustado?”. Y horas después se marchó para siempre. Estaba en la flor de la vida a los 64 años y plantó cara al cáncer como hacía a cada uno de los problemas que la vida le planteaba. Detrás de ese bigote tan peculiar aparecía una mirada limpia y transmitía confianza a todo el que compartía su momento.
La mano derecha Cuando nos conocimos Manolo ya era un empresario de reconocido prestigio y un vicepresidente del Poli a lo Manolo García en el Cefee. Un buen bombero para, Gómez Pomares, cuando llegaba el momento del incendio y, para los aficionados, un ejemplo a seguir ya que estaba a duras y maduras. Manolo pasó por el fútbol haciendo amigos y dejando entre la prensa almeriense un poso de directivo buena gente y siempre atento al diálogo que era lo suyo: hablando siempre se entendía con todos. No lo tuvo fácil en una ciudad donde había dos clubes y las divisiones eran grandes, pero Manolo López Yebra sabía cruzar a la otra acera y como buen hombre de negocios se entendía bien.
Pomares siempre le tenía a su lado en el palco y en el terreno de juego cuando los jugadores recibían esos mensajes directos del presidente. Manolo fue feliz en aquella etapa del Poli Almería y ayudó con infinita fidelidad a su presidente. Ni un solo reproche se le escapó y en las grandes batallas, Cefee-Poli, salía a la calle con la cabeza bien alta.
Le querían los entrenadores y los jugadores le contaban sus penas, y si le llamabas para la entrevista te atendía en Benahadux en su Frutera Internacional donde era feliz y muy querido por sus empleados. Llegó como se fue del fútbol poniendo todo y sin llevarse nada, nada había salvo poner mucha ilusión y algunos billetes por adelantado. Manolo ayudó mucho al Poli y a Gómez Pomares.
Genio y figura Manolo se fue del fútbol con su presidente y se dedicó a la vida empresarial ya con su hijo Manolo como gran aliado. Perdimos el contacto y cuando me llamaron para comunicarme su muerte no me lo podía creer. Porque Manolo era un tipo feliz de puertas para afuera y jamás te transmitía una pena. Me contaba su hijo como hasta el último de sus días fue señor y no les dio tormento.
Hasta la sepultura se llevó ese señorío que nos transmitía. Esa sonrisa en la victoria y en la derrota y ese amparo que ofrecía a los amigos más necesitados. Nadie como Antonio Gómez Pomares supo valorar las facultades de Manolo López Yebra para negociar en situaciones límite donde la emoción y el dinero se mezclaban.
El vicepresidente del Poli nos ha dejado. Ha muerto Manolo López Yebra, ese señor que llegó al fútbol para hacer amigos y al que dieron el último adiós tantos trabajadores que jamás olvidarán que tuvieron un jefe como Manolo. Tu niño es como tú Manolo y lleva tu genio y tu figura.