Quienes conocimos a Juan Romero coincidimos en describirle, fundamentalmente, como sólo dos palabras: ‘buena persona’. Desde aquel 31 de agosto de 1982, que se sacó su carnet de la Asociación de Personas con Discapacidad Verdiblanca, su vinculación con la entidad ha sido constante, participativa y constructiva. Constante porque nunca cejó en el empeño de aportar nuevas cosas para que este colectivo creciera; participativo porque era el alma de la fiesta, el primero en llamar para subirse al autobús de la ilusión de cada verano con las excursiones de Verdiblanca; y constructiva porque tuvo el valor de tirar del carro de esta incipiente entidad veterana en la provincia de Almería asumiendo la presidencia de una asociación en una época en la que era muy difícil hacer reivindicaciones y mucho más lograr éxitos. Pero los tuvo. Los tuvo porque llegó a presidir Verdiblanca durante un año realizando una gestión exigente y consecuente con los tiempos que tocó vivir y mantenerse firme ante los oídos sordos que las administraciones hacían en esos momentos.
Sastre de profesión, y tras pasar su juventud en Barcelona, volvió a su ‘casa’ del popular barrio de Los Molinos para ejercer de tapicero. Muy enamorado de su mujer, buen padre y buen abuelo, Juan recorría las calles de Almería, primero acompañado de su bastón y más tarde de su silla de ruedas motorizada. No faltaba a la cita de las Jornadas de Vacaciones organizadas por Verdiblanca, siempre con su mujer, y con su grupo de amigos que se hicieron socios para poder compartir con él ratos de diversión y ocio. Para Verdiblanca permanecerá siempre en el recuerdo como una persona afable, colaboradora, peleona y sobre todo, alegre. Te echaremos de menos.
En la foto, Juan Romero, el primero por la izquierda en silla de ruedas, junto a sus compañeros de Verdiblanca en excursiones y viajes estivales.