Se le veía- a Pepe Vallejo, al director de la Sevillana, al que fue presidente de la Cámara- hasta hace unas fechas, hasta que sus piernas aguantaron, dar cortos pasos con su bastón por la calle Rueda López, cerca de su morada. Se le veía ya torpe, pero con ansias de luchar contra la biología, contra el amarilleo del tiempo en los huesos. Fue siempre, al menos eso dicen los que lo trataron de cerca, un tipo arriesgado: porque arriesgado era dirigir la Sevillana en aquellos tiempos de cortes de suministro en los que le mentaban más la madre que a un árbitro de regional. José Vallejo Osorno era el hijo de un técnico municipal onubense, nacido casi justo cuando empezaba la Guerra, que a los 17 se fue a Madrid, a estudiar para ingeniero industrial en un Colegio de los Jesuitas. Nadie lo hubiera arrancado de su destino de Jerez, si no hubiera sido una almeriense, Angela Miras, con la que se casó y tuvo dos hijas, sentando sus reales desde entonces en la ciudad de La Alcazaba y de los sherigan. Empezó en Sevillana haciendo proyectos de línea, cables subterráneos, hasta que llegó a Almería en 1973, de la mano de la crisis del petróleo. Fue nombrado director en 1978 sustituyendo a Cambronero. Llegó a recorrerse los 103 pueblos de la provincia, siempre enmedio de esa angustia porque no fallara la luz y con una plantilla de más de 300 empleados. Fue portero de balonmano, árbitro de fútbol y presidente de la Cámara durante ocho años (1987-1995) en una época en la que las relaciones con Asempal pintaban bastos. Desde que se jubiló se olvidó de amperios y voltios para disfrutar de sus nietos.