Un buen tío fiel a sí mismo

Francisco Torres

Javier Krahe

  • La Voz
La última vez que vi a Javier Krahe fue el 30 de abril del pasado año. Lo ví, por primera vez, en el 81 en Granada. Entonces le acompañaba Alberto Pérez y un tal Sabina y cantaban el disco de La Mandrágora. Después, he hecho muchos kilómetros para verlo. En Galileo en Madrid, en Granada, en la Sala Secadero. O más cerca, en El Zaguán. Conocía todos sus discos. Siempre aprovechaba una actuación de él para pedirle alguna canción. Nunca me hizo ni puñetero caso “sí, sí, es muy bonita la que dices..., pero hoy es que no tengo gana de cantarla”.. . Así era Javier. Fiel a sí mismo, leal, mezcla de bohemio y ácrata. Honesto. Buen tío. “Desafino, a veces, porque cantar bien es elitista”. Así era. Ese día 30 de abril venía yo de un juicio y al llegar a la Parrilla a tomar un café, allí estaba sentado Javier, leyendo El País y comiendo unos churros. Serían las 12 de la mañana. Me acerqué a su mesa y me senté un momento con él. Le expliqué que tenía un problema porque esa noche mi Atleti jugaba la semifinal de la Champions (a él no le interesaba nada el fútbol pero me dijo que si fuera aficionado, como lo es Rosendo, sería del Atleti), y aunque yo nunca veo el Atleti cuando juega este tipo de partidos – por evitar el infarto- iba a estar intranquilo escuchando el concierto que esa noche daba en un pub de Almería (era a las 22.30) cuando aún no había terminado el fútbol. Le pedí que lo retrasara a las 23 horas. Y así lo hizo... ¡¡¡Mis disculpas a la concurrencia por el retraso!!! En nombre de él, supongo, y en el mío. Tenía que ir a terminar un escrito al despacho y le dije que si comíamos, me contestó que sí, siempre que a las 18.30 estuviera en el hotel para echar la siesta. Quedé en recogerlo en la recepción del Costasol y de ahí para Casa Joaquín (sitio que no conocía pero que le encantó). Se incorporó más tarde María y Antonio Gómez... Comimos espléndidamente, bebimos también, y hablamos.... Hablamos mucho. Y tal y como había anunciado por la mañana, se fue a dormir sobre las 19... “porque si no, no puedo cantar luego”, dijo, tras tomar varias unidades alcohólicas. Antes de irse, Joaquín le regaló una magnífica botella de whisky, que agradeció pa que sobre... Continuamos, ya sin él, la tarde...Luego empezaron a llegar las noticias de que íbamos ganando el partido y pasábamos a aquella final lisboeta. En Lisboa, ocurrió lo de siempre. El árbitro descontaría todo lo que hiciera falta hasta que marcara el enemigo, ese otro equipo de Madrid... El whisky, se convirtió en el único aliado..Joaquín y Antonio sí fueron a ver a Javier en directo... María se quedó en la puerta porque la sala estaba completamente llena. Yo hacía rato que había desaparecido y desconectado el teléfono y no pude hacer ninguna gestión con Javier para que María entrara... Empezó, según me dijeron, media hora más tarde, tal y como habíamos quedado. Todo el día con él y al final, como cuando cantaba Marieta en la Mandrágora “hice el gilipollas, madre,..hice el gilipoooooollaaas”. Hasta pronto, Javier.