Unos días después de que nos dejaras, encontramos en la casa, como un tesoro escondido, tu CD con el rondó barroco que habías compuesto. Lo pusimos y pensé en las múltiples caras que puede tener una misma vida cargada de luchas y pérdidas. Una música tan sublime, había sido creada por una mujer fuerte, la última de la familia de los Lucas, aquellos que fundaron esa ferretería en la calle Granada, La Llave. Una familia que creció con el negocio de la uva de barco y el comercio con Inglaterra y otros países. Francisco Lucas Salmerón, tu padre, era lo que entenderíamos ahora por un emprendedor, alegre y feliz; tu madre, Soledad, una castellana tranquila y sosegada. Tus hermanos eran José María, Francisco, Soledad, Angelita y Elisa. Quizás el tiempo de la infancia fue el instante más feliz de la vida de los Lucas, al lado de tu compañera de juegos y hermana pequeña, Elisa, mi madre, viviendo en ese Chalet modernista e la calle Murcia que fue víctima de la especulación de los años 80. Guadalupe creció y se hizo una mujer guapa y decidida. Se vino a casar con un hombre que ocultaba una secreta pasión: escribir. Manuel Siles Artés, cuyas obras siempre se quedaron a un paso del éxito, cerca de los premios importantes, siempre queriendo salir del estrecho corsé que les imponía la censura. Tuvo siete hijos nacidos entre Almería y Madrid: Manuel, Guadalupe, Juan José, Soledad, Marita, Mercedes y María del Mar. Como tantos almerienses la familia de Guadalupe marchó a Granada y después a Madrid en busca de un futuro prometedor. La temprana muerte de su marido Manuel le proporcionó un motivo para luchar por su obra. Su hijo Juan José y ella misma, cuando volvieron a Almería, supieron defender su legado en movimientos culturales, instituciones y editoriales. Siempre recordaré a mi primo Juan José que dedicó su vida a cuidar, primero a su padre y después a su madre. Juan José, un hombre bueno, de infinita paciencia, fue el bálsamo que suavizó la vejez de Guadalupe.
Todo el legado de Manuel Siles Artés, sus manuscritos y borradores ahora están en la biblioteca de la Universidad de Almería. Fue un gesto generoso de Guadalupe y sus hijos hacia Almería, el territorio de su infancia y las raíces de sus sueños. Los últimos años, la tía Lupe los pasó en Almería en su casa tan querida de la Ciudad Jardín. Todos sus hijos y nietos se organizaron para cuidar de ella, en un acto de verdadero amor que implicó renuncias y sacrificios, especialmente para su hija Guadalupe, que se trasladó desde Madrid para vivir con ella. El primer cumpleaños de mi madre que pasamos sin ella, fue el momento elegido para despedirme de mi tía. Cuatro días después, falleció. La madre de mis primos de Madrid, la hermana resuelta que protegía a Elisa, la que me alojaba en su casa cuando estaba haciendo el servicio militar, la que se reinventó como profesora de música para sacar a sus hijos adelante, se fue con nuestros recuerdos y sus gestos. La brisa que viene del Cabo de Gata, la notas de tu rondó, la mirada de tus hijos y tus nietos Javier, Jorge, Ester, Guillermo y Roberto, nos harán recordar que ya no estas con nosotros.