TONY FERNÁNDEZ Acabó sus días en su cortijico y con una televisión moderna de plasma que “me he comprado para ver el fútbol como a mí me gusta”, decía, pero en realidad Pepe Guijarro nunca fue un hombre de fútbol y el deporte que tanto amaba le traicionó aunque nunca lo dijo públicamente. Llegó al Polideportivo con Bernabé Navarro en 1983 y lo dejó por la política, pero volvería en el peor momento y llegó a batir todos los récord. Menudo Poli el suyo. Se fiaba de todos Nunca me supo explicar Pepe Guijarro como se metió en aquel lío del Poli pero sabía rodearse de un equipo directivo de gente joven y luchadora. Hizo escuela de directivos y se lió la manta a la cabeza cambiando la historia del club hasta situarlo en lo más alto de su escalafón. Pepe Guijarro era el verbo hecho carne y en cada aparición pública había titulares que no dejaban indiferente a nadie. Se metió en un fútbol del que conocía solo su lado bueno y pese a que sus directivos trataron de abrirle los ojos él iba con su palabra por delante cumpliendo todo lo pactado. Un valiente en un mundo raro. En plena ‘Guerra Civil’ en Almería con dos equipos Poli y Ceefe, a Guijarro le iba la marcha y sabía lanzar los dardos al rival con sutileza hasta el punto de ganarse el respeto de todos. Su confianza en el equipo era tal que iba con ellos a muerte en todo. Aquel Poli no estaba saneado y Guijarro quiso afrontar un severo plan para poner punto y final a “tanto comentario que nos hace daño para firmar jugadores que no vienen por el pasado del club”. En dos años los mejores futbolistas ya querían venir al Poli y logró hacer una plantilla de garantías con Antonio Montero Nene de entrenador y una legión de malagueños apoyados por un Francisco al que adoraba. Nene pidió y Guijarro le dio pero aquello no acabó bien y llegaría un encierro en la sede con colchones de los profesionales y una repercusión nacional que ‘mató’ a Guijarro a las puertas de la gloria. Pagó la deuda Aquel Poli de Nene le costó una pasta y tuvo que firmar un préstamo que llevaba dentro de la carpeta negra y un día me enseñó. Él quería salir del Poli como llegó con las manos limpias y así lo hizo pagando hasta el último de los euros que prometía. No le dejó la pupa a otros como solía suceder y el club siguió su camino sin Guijarro pero ya a las puertas de una Unión irreversible en la que colaboró activamente el presidente más laureado del Polideportivo Almería Por su boca no salía reproche al Poli y hasta el último de sus días guardó el secreto de aquella liguilla de ascenso con el Levante cuando el Polideportivo Almería tocaba el cielo de la Segunda División. Aquel día con el Juan Rojas casi lleno y un Levante al límite Guijarro tenía malas sensaciones. Muy malas. Tan cumplidor como siempre, por la mañana, (el partido se jugaba a las 7 de la tarde) estuvo en Turrillas con su amigo y alcalde Juan Verdejo para abrir la calle Jose Antonio Segura, ‘Mister Gorrilla’. Ese día, pegados a la barra de la fiesta con Diego Fernández (el del cine) de testigo nos decía que. “tengo mal cuerpo y no es por la tensión del partido, me da la sensación de que me van a engañar”. Al instante habló la experiencia de Segura y le dijo “Pepe, con el Levante no hay nada que hacer”. Pepe Guijarro fue de los primeros en marcharse y la historia terminaría dando la razón a Guijarro y Segura porque el Levante subiría a Segunda División ganando en Almería gracias a un penalti que se saben de memoria los seguidores del Poli. Nunca logré sacar de su boca un nombre. Jamás criticó el rendimiento de sus jugadores. Justificó en la mala suerte algo que no lo era. Así de grande era Pepe Guijarro y así pasó por el fútbol. Dejó su impecable huella de señorío. El último café Con Guijarro siempre sintonicé. Nos entendíamos con la mirada. Le dí palos y me decía “vaya garrotazo que me has pegado en la SER, me vas a matar”, pero entendía mi trabajo como nadie. Mucha radio y mucha televisión juntos nos unieron pero el recuerdo que me llevaré a la tumba de Pepe Guijarro es este. “Me he jubilado. Me ha quedado una buena paga. Lo tengo todo para vivir ‘deputamadreee’ y nos vamos a comer un arroz con conejo en mi cortijo que va a ser nombrado”. Me decía, todo iba bien pero me apartó del set de la SER y me llevaba al corazón de la Plaza Marqués de Heredia y me decía: “no te asustes, no va todo tan bien, me dan unos mareos y estoy asustado. Dice el médico que igual son de unos bultillos que me han visto en la cabeza. Tu tranquilo que lo voy a superar”. Ni lo superó ni nos comimos el arroz y me da la sensación que se fue sin poder disfrutar de lo que él llamaba su felicidad. Ahora me toca a mí despedirme con su frase favorita. Pepe ¡Te quiero!