Una dolorosa e incurable enfermedad puso fin la noche del veinticuatro de noviembre a la vida de Manuel Villar Raso (Ólvega (Soria), 1936-Granada, 2015), escritor y Profesor de Literatura norteamericana en la Universidad de Granada. Manolo Villar ha sido un humanista soriano trasplantado a la ciudad de la Alhambra. A un escritor se le puede conocer o a través de su obra o en persona. A comienzos del presente siglo a petición de su hijo Eloy accedí a presentar su novela Las Españas perdidas en Cuevas del Almanzora, población real desde la que el protagonista ficcional, Yuder Pachá, inicia su aventura literaria que lo conducirá hasta la ciudad de Tombuctú en el interior de África.
Como tantos niños de su generación Manuel ingresa y permanece en el Seminario una década durante la cual adquiere una formación humanística que se evidenciará en su extensa producción literaria posterior. Involuntariamente a través de la atenta lectura de Las Españas perdidas yo había conformado el perfil humano de su autor, a quien aún no conocía en persona. Tras nuestra primera entrevista tuve la convicción de que la amabilidad, cercanía, sencillez y cortesía en el trato, que mostraba a través de su comportamiento y conversación, lo hacían muy asequible.
En Manuel Villar destaca su formidable capacidad de trabajo que demostró a lo largo de sus más de cuarenta años de docencia así como en su producción literaria en la que destaca una veintena de novelas publicadas por las más prestigiosas editoriales. La temática es muy rica y variada casi siempre muy pegada a la realidad histórica y sociológica española, africana e iberoamericana. La necesidad de documentación para la creación literaria le exigió viajar por todo el mundo convirtiéndose el viaje en la pasión de su vida, como afirman sus acompañantes, sorteando toda suerte de peligros.
Aquellas novelas cuyo contenido temático es trasunto de la realidad muestran no solo un profundo conocimiento y sensibilidad para conectar con el mundo ficcionalizado sino la inquietud de un magnífico observador preocupado por transmitirnos la grandeza y las miserias del ser humano. Así, en sus novelas nos ofrece una rica panorámica que va desde la tragedia ocasionada por Eta o la guerrilla colombiana, desde la miseria y desolación de los más primitivos y recónditos pueblos africanos hasta las venturas y desgracias familiares de una saga brasileña.
Pero su faceta de creador de novela supera la ficción destacando en su haber numerosos ensayos sobre los más variados temas así como valiosas antologías y traducción al español de los más insignes poetas en lengua inglesa.
En sus colaboraciones periodísticas su escritura destaca no solo por la propiedad y precisión en el uso del lenguaje literario sino también por la claridad y brillantez de su prosa.
Impulsado por su inquietud cultural contribuyó con, entre otros, Rafael Guillén a la creación y puesta en funcionamiento de la Academia Granadina de las Buenas Letras de la que ha sido incansable miembro activo hasta su muerte.
Alguien que lo conocía muy bien, su amigo Rafael Guillén, asegura de él que “Era noble, despistado, fiel. Un castellano cabal de las extensas tierras de Soria trasplantado a los huertos y enclaustrados cármenes de la literatura granadina” (Ideal, 25, 11, 15)
Manuel Villar se fundió con la tierra que tanto amó en tanto que sus amigos le deseamos que descanse en paz y que su obra perdure en la memoria de sus lectores.