Nos has dejado después de una larga vida, casi 90 años, y de una forma rápida y en silencio. Pasaste algo más de una década enferma y vigilada por tu hija menor y visitada con frecuencia por tus otros hijos. Fuiste una buena hija aunque muy traviesa pues llegaste incluso a perderte unos días, asustada por una banda durante la guerra y te encontraron en las afueras de la ciudad. No puedo dejar de mencionar la madre abnegada que eres: entregada exclusivamente, por décadas, a tus cinco hijos; pero sobre todo su segundo, discapacitado que no descuidabas un momento, durante 40 años. Tu actitud envidiable e increíble era admirable por la manera que lo hacías, con toda serenidad y como si no fuere un tan enorme y tan pesada cargo a tus espaldas, todo lo contrario lo aceptaste con verdadera resignación, llevándolo con valentía, fortaleza y naturalidad, de forma excepcional. Nunca reflejabas tristeza, que sería propio por la situación, por tal cruz; tal vez seria por tu alegría que te caracterizaba entre otras cualidades. Como eras muy igual que tu esposo, las puertas de vuestro hogar siempre estaban abiertas a tu familia, amistades o vecinos y no dejabas de sorprendernos y deleitarnos con tus exquisitos postres y otros platos típicos de Laujar. Aquí pasabas los veranos, Navidad, Semana Santa. Disfrutabas con todo lo de allí, sus gentes, sus entornos, sus productos de aquel campo. Te sentías orgullosa de ese pueblo de donde procedían tus abuelos maternos. Te reconocía por tu coche azul, acompañada de tu hermana mayor, con la que tenias mucha complicidad. Erais una perfectas aliadas en todo: confidencias, cocina, costuras, visitando los pueblos más próximos e incluso os ibais a Granada. No te faltó el apoyo incondicional de tu familia y siempre podíamos, a la vez, contar contigo. Eras muy tolerante y respetuosa con los demás, sin diferenciar clases, edades, ideales, ni procedencias…. Eras muy creativa, por ejemplo, confeccionando la ropa, disfraces de tus hijos y nietos. Tus primores nos llamaban la atención por su originalidad. En tus mejores años no pudiste pasear, ni ir a un cine, ni viajar… si es que salías era para ir a la compra o a la iglesia. Tu distracción era ver las películas de la tele mientras copias (tu profesión de soltera). Todos te recordaremos con inmenso cariño, correspondiendo al mucho amor que supiste darnos a todos que tuvimos la suerte de tenerte a nuestro lado. Te tendremos presente en nuestras oraciones y no dudamos que estarás en el cielo, por tu vida de lucha y sacrificio que has llevado y que estarás junto a tus seres queridos que nos abandonaron con mucha tristeza antes que tu. Y por último como dijo San Antonio de Padua “nunca pongas en tu boca una palabra que no sientas”. Te llevaremos en nuestro corazón y en nuestra mente siempre sin olvidar jamas las buenas obras que hiciste. Tendremos una inmensa gratitud como tu te mereces sinceramente tu sobrina que tanto te quiso y te querrá, eternamente.