Amigo Inocencio, te has marchado en silencio, haciendo honor al talante y nobleza de la que, en vida, viniste haciendo gala como buen castellano e hiciste fácil el ser acogido en nuestra querida tierra de Almería, dejando, como testigos, la semilla de tu estirpe en el corazón de nuevas generaciones que ya nos pertenecen. Consciente de ese silencio, con el que te has despedido de todos nosotros, no puedo por mi parte y la de otros muchos de tus compañeros, con los que compartiste la labor magisterial, el trenzar, en torpes líneas, tu paso por cuanto nos diste a lo largo de tu dilatada vida profesional. Aún recuerdo cuando, allá por la década de los sesenta, en plena juventud, llegaste a nuestra Ciudad, desde el pueblo jienense de La Carolina, para incorporarte, en calidad de Maestro y profesor de Educación Física, al entonces Colegio Caudillo Franco de la popular Barriada del Zapillo, donde iniciaste tu brillante etapa como enseñante, junto a un joven claustro de profesores. Tu condición de técnico deportivo, no tardó en ponerse de manifiesto, proyectándose eficazmente, en la década de los sesenta, cuando el deporte almeriense se encontraba en plena campaña de divulgación deportiva y de la creación de nuevos Clubes y Entidades Deportivas, mediante la organización de Cátedras Deportiva por los diferentes pueblos de nuestra Provincia. Se va a cumplir medio siglo, cuando mantuvimos aquella entrevista, en la Federación de Balonmano, invitándote para que asistieses al Curso Nacional de Entrenadores, convirtiéndote en él primer entrenador nacional con el que contaría el Balonmano provincial. Siempre recordaremos tu bien hacer como Licenciado en Educación Física, Entrenador de los equipos del Colegio de La Salle y responsable del Colegio Almeriense de Entrenadores. Hoy, tus amigos, compañeros y el conjunto de aquellos jóvenes que, ilusionadamente, iniciaste en este bello deporte te recordaremos siempre.