MANUEL ROMÁN GONZÁLEZ
- La Voz
Tony Fernández Mi padre me mandaba todos los domingo a la Puerta de Purchena al kiosko que estaba junto a Los Espumosos a comprar EL YUGO. En mi casa se llamaba así. En mi camino hasta la calle Magistral Domínguez 29, iba buscando los deportes en aquel ejemplar plegado de amplias páginas. Eran los años 60 y comenzaba uno de esos domingos que terminaban saltando piedras y trenes en la Estación del Tren al regreso del Estadio de La Falange de ver el partido del Almería. Nos íbamos andando desde casa porque los autobuses completaban su capacidad. Nosotros íbamos a la grada de General, pero antes por la Tribuna nos dábamos una vuelta y siempre saludaba mi padre a los periodistas y luego me señalaba en EL YUGO quién era EME-ERRE. No recuerdo el día, pero terminado el colegio, Virgen del Mar, me mandó mi madre a la Escuela de Maestría Industrial a por los papeles para hacer la matrícula. Allí se abrió una ventana de la Secretaría y estaba EME-ERRE en persona. Me quedé sorprendido y hasta se me olvidó apuntar la póliza de 25 pesetas y me costó otro viaje. Ni me atreví a decirle que lo conocía del fútbol. Ya me estaba haciendo grande y había aprobado el 8º curso. Jamás podía imaginar aquel Maestro Industrial que salía tras 5 años de carrera con su títulación bajo el brazo, que EME-ERRE le iba a entregar el título firmado y sellado por el nuevo Rey Juan Carlos I. Pasados unos años entré en Radio Juventud y me mandó José Miguel Fernández a un partido donde estaba EME-ERRE con la libreta en la mano buscando las alineaciones de los equipos. Yo las tenía y se las ofrecí. Se sentó a mi lado y me hizo muy feliz mientras apuntaba en su cuaderno. EME-ERRE, Manuel Román, imponía respeto por donde iba y para mí era un honor estar a su lado. Un día me dijo que me había escuchado por la radio y que no lo hacía mal. Menudo subidón. Viniendo de un periodista de su nivel me ayudó a crecer. Vaya alegría. Luego compartimos profesión y siempre con mi profundo respeto hacia el Maestro que era. Porque EME-ERRE como Pepe Pardo, Álvaro Cruz Pototo, Paco Cruz, Diego García, José Ángel Pérez o José Miguel Fernández eran para mí, eso, Maestros. Tras conocer al padre me tocó dar con JOMARO (José Manuel Román) el hijo del Maestro, otro periodista de carrera por el que siempre sentí una profunda admiración. Con JOMARO pasé una bonita etapa de mi carrera en el Club Cajalmería. Era como su padre: puro rigor y respeto hacia la profesión. Y esto es lo que uno se llevará a la tumba de EME-ERRE y JOMARO, esas clases de periodismo que para mí (que no hice la carrera) me hicieron tanto bien. La última vez que vi al Maestro Román fue con Nicolás Uclés en El Zapillo. Estaba bien, fuerte, serio, responsable, comprometido. Almeriense. Grande. Yo nunca me olvido de mis Maestros y quizás en aquellos domingos de EME-ERRE en el YUGO empecé sin darme cuenta a amar esta bendita profesión. Manuel Román se ha ido con la misma sencillez de su primer día en la profesión. Nunca sacó la cabeza. No miró a nadie por encima del hombro. Hizo grande lo que tanto amaba y nos ofreció el mejor espejo donde mirar. Con todo el cariño de TE-EFE.
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