Fue peluquero de barrio y fue campeón de España. Era Francisco Uclés, un ilustre de la tijera y la navaja que de forma repentina falleció el pasado 27 de diciembre a los 56 años de edad. Su muerte ha sido una sorpresa y un tremendo golpe para todos aquellos que lo conocieron, que fueron muchos, a lo largo de una extensa carrera profesional. Su vida fue su oficio desde que siendo un niño dejó la escuela para aprender una profesión. Eran los primeros años setenta y todavía era costumbre que los muchachos que no arraigaban en los estudios aprendieran un oficio cuanto antes. Él tuvo la suerte de que sabía lo que quería y de que en su familia había comenzado ya una tradición de peluqueros. De la mano de su tío Antonio fue adquiriendo las primeras nociones de la profesión: primero se enseñó a barrer el suelo, después a cepillar los pelos de los hombros del cliente, y poco a poco a seguir con las tijeras en la mano el camino que el maestro barbero le iba mostrando. Su universidad no pudo ser mejor: la peluquería de la Carretera de Málaga, un lugar donde no faltaba el trabajo y donde fue ganándose sus primeros ahorros con las propinas de los clientes. Cuando los marineros llegaban a tierra después de varias semanas embarcados, acudían a la barbería a que los arreglaran y con los bolsillos cargados de monedas siempre tenían un detalle con el joven aprendiz. Él conocía bien ese mundo de la gente de la mar. Se había criado en la calle de Pitágoras, corazón del barrio del Reducto y su padre era pescador. En su afán de seguir creciendo y conocer otros horizontes, Francisco Uclés probó fortuna en solitario y se marchó a Madrid y Barcelona, de donde regresó como un intenso bagaje. De nuevo en Almería, entró a formar parte de la peluquería que los maestros Luis y Antonio tenían en la circunvalación del Mercado Central. Tras una larga década de aprendizaje, por fin consiguió establecerse por su cuenta, abriendo su propio negocio en un local de la calle de la Reina, próximo al bar de Matías. Fueron años fructíferos en los que consiguió hacerse de una buena clientela y en los que encontró la seguridad que necesitaba para seguir creciendo en la profesión. Quería aprender y en plena madurez profesional, rebasada la barrera de los treinta años inició la aventura de los campeonatos de peluquería que en los años noventa se pusieron de moda por todo el territorio nacional. Ya en 1980 había competido en el primer certamen Indalo de Oro celebrado en Almería, donde consiguió el tercer puesto. En 1990 se quedó campeón provincial y de Andalucía en peinado clásico, y un año después conquistó el título nacional en el campeonato celebrado en Salamanca. En 1994 volvió a conseguir el máximo galardón en Albacete, donde se confirmó como un maestro del peinado de libre inspiración. A lo largo de su carrera tuvo negocios en Roquetas, donde tenía instalada su peluquería de caballeros. Aunque también trabajó el peinado femenino, lo suyo era el manejo de la tijera y la navaja. A Francisco Uclés se le veía a menudo con los amigos disfrutando de una buena conversación en el bar Montenegro de la Plaza de la Catedral, tan lleno de vida y de proyectos que cuesta trabajo asumir todavía su prematura muerte.