Ya han pasado algunos días desde que se fuera y Antas sigue llorando a su Sacristán. Gabriel Cano sigue presente en las conversaciones, siempre con un tono de cariño y de cierta tristeza por su pérdida. Desde pequeño conocía bien los hospitales y ahora, quizá su alegría y buen humor había hecho que sus vecinos dejaran de ver al niño enfermo para ver al joven que paraba por la calle a cualquiera para involucrarlo en las múltiples actividades que llevaba entre manos. El paso de la borriquita es parte de su hacer, él ha sido quien ha dirigido las actividades para recaudar dinero, él fue quien midió a los jóvenes portadores y él dirigía el paso; ha rescatado el Belén de la Iglesia y ha protagonizado un teatro junto a jóvenes del pueblo, todo un éxito de convocatoria en todas sus representaciones. En junio del pasado año se cumplía uno de sus sueños más queridos, tomaba posesión en la Iglesia de la Virgen de la Cabeza del cargo de Sacristán. Como cada acto que acompañaba a Gabriel, la Sacristía quedó pequeña para la celebración y desde entonces, ha cumplido; ha estado presente en todas las bodas, bautizos y en los 25 años como sacerdote de su primo Tomás. Ya se le echó de menos en carnavales, puesto que siempre había sido una de las figuras claves, pero aún podía vérsele con una sonrisa por las calles y por ello todos seguían con la esperanza de que su hospitalización solo fuera una más. Al final nos dejó, con 33 años y en viernes, como él quería; quizá más tarde de lo que muchos médicos predijeron, pero demasiado temprano según el cariño que se mostró hacia él y su familia en su multitudinaria despedida.