Esta mañana, cuando participaba en la celebración de la Misa Exequial de tu despedida, no podía evitar el recordar la película de nuestra vida familiar que, tan entrañablemente, estuvo siempre ligada a tu trayectoria como servidor del Evangelio de Jesús. Te has ido en silencio, portando, en la mochila de tu vida sacerdotal, el cariño, de todos cuantos tuvimos la ocasión de compartir momentos importantes en nuestra vida de fe. Hoy a tus paisanos, nos invade la tristeza de la pérdida de nuestro siervo de Dios, pues contigo, habéis pasado, ante la presencia del Padre, la trilogía de aquellos jóvenes que, en la década de los años cuarenta, animados por nuestro párroco D. Luis Mesas, elegisteis el camino del servicio a Jesús. Nuestro pueblo de Benahadux, vivió gozoso vuestra ordenación sacerdotal así como, vuestras primeras misas en nuestra parroquia de Santa María de la Cabeza, cuyos vecinos, izamos orgullosos, en lo más alto del campanario, una bandera blanca, con el escudo diocesano, señal inequívoca de la venturosa tarea que, a vuestro ministerio, le había sido encomendada. Puedo asegurar, como testigo presencial que, aquellas fechas fueron unos auténticos días de fiesta, contando con la masiva participaron todos tus paisanos y no era algo menor, pues uno de sus hijos se había ordenado sacerdote. Fuiste un sacerdotes de un amplio recorrido por diferentes pueblos de nuestra provincia, tu labor evangelizadora dejaría huella, tras tu paso por las parroquias de Nuestra Señora de la Encarnación de Laujar, Santa María de Tijola, Nuestra Señora del Carmen del Alquian, la Ascensión de Huércal Overa y muy recientemente San Antonio de Ciudad Jardín, donde sus feligreses te recordaran con el cariño que con tu buen hacer sembrarte en sus corazones. Hoy, el paraje de la Ventilla, con la tradicional fragancia del jazmín y la frescura de sus naranjos, ha perdido a uno de sus hijos que, tras dar abundante fruto, ha vuelto al Padre, para vivir eternamente rogando por todos nosotros.