Bajando el Paseo de Almería a mano derecha estaba la Zapatería Parriego. Allí era la reina del calzado Raquel. Una mujer muy guapa de mirada penetrante y con una sonrisa en los labios. Yo sabía perfectamente quién era pero ella no. Con el tiempo, qué rápido pasa Raquel, su hijo Sergio que iba al fútbol con su padre, Juan Domínguez, se venía a mi cabina porque yo le caía bien y jugábamos a la radio en directo y me preguntaba muchas cosas. Qué niño. Entero a su madre El niño de Juan Domínguez un día me pidió una entrevista y me dijo que le gustaba la radio (genética pura) y llegó a debutar en la COPE de la mano de su padre. Hoy me he enterado por Sergio que su carácter chocaba mucho con el de su madre porque “somos dos gotas de agua” dice el hijo de Raquel que me habla de ella como “la persona más importante de mi vida”. Me comentaba Sergio que su madre es la persona con más fuerza que ha conocido y tengo claro que él es entero a su madre porque hay que tenerlos bien puestos para hablar sin pestañear y decir: “tienes que hacerle un obituario de los tuyos a mi madre”, me dijo en la puerta de mi casa. “Tengo claro que mi madre se va y quiero que le escribas algo bonito porque ella me ha enseñado a levantarme mil veces cuando me caigo. Mi madre no es especialmente brillante en las formas, ni en abrazos ni en besos, pero siempre ha estado a mi lado y ha sacado una casa adelante con dos hijos”. Con un nudo en la garganta lo atendía no sin emocionarme ya que él nunca supo que su madre siempre me pedía: “cuida de mi Sergio, Tony”. Y siempre lo hice. Son tal para cual. Raquel va en Sergio y por ello tengo claro que la enfermedad se ha llevado el cuerpo pero el alma está repartida entre Sergio y su hermana Melania. Raquel heredó toda la fuerza de su madre y en su filosofía de vida estaba el trabajo para sacar una familia adelante y levantarse cada día para que nada le faltara a sus hijos a los que quería más que besaba. A los que protegía sin que ellos se dieran cuenta de la mano de mamá. Raquel era así y nada la podía cambiar. Nuestro secreto Nunca le he contado a Sergio (regalo de la casa) que solía pasar por Parriego a saludar a su madre. Ella siempre me recibía igual y me decía: “¿Vienes a darme las quejas de Sergio?” y luego echábamos un ‘ratico’ hablando de su hijo. Ella estaba muy preocupada con el futuro de Sergio y sabía que yo le echaría un cable. Cuando lo puse a viajar por toda España con apenas 20 años fue una preocupación más. No sabe Sergio cuánto le quería su madre. Yo sí lo sé porque Raquel no te lo decía pero se le notaba todo. Así pasaban los años hasta que dejó Sergio la Cadena SER y perdimos el contacto. Puede estar muy orgulloso Sergio Domínguez de su madre. Parece que la estoy escuchando cuando me decía “mi Sergio es muy buen niño y no tiene maldad”. Yo lo sabía porque Sergio entre la cabina de la COPE y la de la Cadena SER se venía a jugar conmigo a la radio. Sabe Raquel que siempre le ayudé. Lo seguiré haciendo. Tú tranquila. Genio y figura Raquel iba al grano. Te miraba a los ojos. Pedía poco y daba más. No tenía nada. Todo era para sus hijos y aquellos que le rodeaban. Nunca bajó la guardia en su vida y cuando la enfermedad vino la esperó de frente y con valentía. Se fumó un cigarrillo en la cocina antes de hablar con Sergio y Melania de lo que le pasaba: de lo que estaba por llegar. Genio y figura. No era fácil hablar con Sergio estos últimos días y siempre le agradeceré el haber sido la tercera persona en conocer la muerte de Raquel. Con una entereza y una valentía que ha heredado de su madre. Yo con un nudo en la garganta y él dando detalles de una madre con la que tuvo mil ‘peleas’ y se arregló otras mil. Son tal para cual: dos gotas de agua.