En el décimo aniversario de su fallecimiento su familia le recuerda con el mismo cariño que él les dio en vida. Tras una infancia marcada por la enfermedad y pérdida de tu madre, podemos decir que tu vida comenzó el día en que conociste a Anita, la persona que se convertiría en tu esposa y que, más tarde, te daría la familia que hoy, con el corazón abierto, se une en un solo recuerdo: el de la gran persona que fuiste. Desde muy temprano, diste muestras de la personalidad con la que te abrirías paso a lo largo de tu vida. De niño, no sabemos si por ingenuidad o solidaridad (o quizás por una mezcla de ambas), te quejabas de comer jamón en lugar de boniato, que era lo que comían tus compañeros del colegio “La Salle” en unos tiempos en los que lamentablemente los recursos eran escasos. Como todos, con el paso de los años, perdiste la ingenuidad, pero tu solidaridad permaneció intacta. Hombre empático como tú no había. Dispuesto siempre a prestar ayuda a quien la necesitara, lo hacías sin esperar otra cosa a cambio nada más que el afecto con el que tú la ofrecías, que, a nuestro juicio (y eso es lo que tú nos enseñaste), es la mejor forma de dar gracias. De pocas palabras, recordamos, sin embargo, tu habilidad para introducir rimas en mitad de una conversación. Rimas que, por unos segundos, nos dejaban mudos y que, luego, nos hacían estallar en risas. Rimas que solo decías cuando estabas acompañado de quienes querías, de quienes te sacaban del silencio. ¡Qué afortunados fuimos quienes conocimos esa faceta tuya! Echamos de menos las reuniones familiares en el antiguo Bar-Restaurante “La Gloria”, en la calle Granada, que estuvo tan presente en tu vida; por un lado, en tu día a día, con los desayunos acompañado de tu hijo a las 7:30 de la mañana, antes de entrar a trabajar, y por otro, con la celebración de tu cumpleaños, en la que siempre preguntabas, a la hora de pedir las raciones, “¿Qué quieren los niños?” Eras un hombre atento. Contigo supimos que un beso o un abrazo no son la única y mucho menos la mejor expresión de cariño. Porque, sin ser la persona más afectuosa, con tu actitud nos demostrabas día a día lo mucho que significábamos para ti. No pasaba una Navidad sin que compraras en la tienda de tu vecino Pedro los mantecados que nos gustaban a cada uno de nosotros, por ejemplo. Además, eras una persona de gustos exquisitos. Siempre procurabas salir de la rutina con escapadas al cine o al teatro. Una vez, después de tu partida, tu esposa, que desde hace siete años está contigo en el cielo, exclamó al escuchar la versión instrumental de “Unchained Melody” en la película Ghost, “¡Qué bonita es esta música!” En ese momento supimos que hablaba por ti. ¡Y es que dejaste una huella imborrable en todos nosotros! Hoy es imposible escuchar una melodía, de esas que erizan la piel, y no acordarnos de ti. Como dice Manolo García, artista que también te gustaba, hoy, 28 de noviembre, nos situamos en un vértice del tiempo en el que anidan nuestros más profundos sentimientos de amor y cariño hacia ti. Se cumplen diez años de tu fallecimiento y no queremos que pase este día sin hacerte saber que no existe relación proporcional entre el tiempo y el olvido. Sigues vivo en nuestros corazones. Te queremos mucho (como siempre).