El pescadero que era del Bilbao

Eduardo D. Vicente

Antonio Muñoz Gutiérrez

  • La Voz
La Plaza de Abastos tendría que tener una memoria incorporada para recordar a todos aquellos vendedores y a todas aquellas familias que han pasado por sus mostradores a lo largo de más de un siglo de historia. La Plaza necesitaría de un rincón donde aparecieran los nombres y quizá también las fotografías de los personajes que forjaron su existencia. En ese lugar estaría Antonio Muñoz Gutiérrez, que formó parte de ese escenario desde niño. Antonio falleció el pasado 21 de enero a los ochenta y un años de edad. Muchos lo conocimos más por sus aficiones que por su profesión. Fue uno de los fundadores de la peña San Mamés del Athletic de Bilbao, equipo al que le fue fiel el resto de sus días, no dejándose convencer jamás por las modas de los poderosos. Antonio Muñoz Gutiérrez nació el 25 de marzo de 1936. Sus padres trabajaban en la fábrica de esparto de la calle Pedro Jover elaborando las pacas que después se utilizaban para la exportación de la uva, por lo que disfrutaban de una buena colocación. La Guerra Civil le cambió a la familia y Antonio tuvo que padecer una infancia marcada por el hambre de la posguerra. Le gustaba recordar aquellas escaramuzas infantiles cuando se iba a la Plaza de Pavía a la hora del mercado y cuando veía a alguien comiendo higos echaba a andar detrás para recoger los pellejos que iba tirando al suelo. Con ocho años se vio obligado a hacerse un hombre. Con su pantalón corto y sus chanclas de goma, se levantaba de noche, bajaba por la Rambla de la Chanca camino del muelle y se iba a esperar a los barcos que al amanecer llegaban a tierra a la hora de la subasta. Allí echaba una mano mezclado entre los hombres y allí fue aprendiendo una profesión con la que pudo empezar a comer tres veces al día. Siendo todavía un niño entró a trabajar con el empresario Paco Martín. Le ayudaba en la lonja de Pescadería y antes de las nueve de la mañana ya estaba en el puesto que su jefe regentaba en el Mercado Central. Trabajó también para Carlos Oliva y se hizo mayor con Antonio el Pallano, con el que estuvo más de treinta años. Antonio Muñoz Gutiérrez conoció también el cambio de época en la plaza, cuando los puestos del pescado se trasladaron a los sótanos del Mercado Central. Fue entonces, allá por el año 1982, cuando decidió que había llegado el momento de establecerse por su cuenta y montar su propio reino en la mesa número 13, donde estuvo vendiendo hasta que le llegó la hora de la jubilación.