No hace falta que les diga que era del Almería (como todos nosotros) y que sentía los colores rojiblancos como amaba a su Almería. Le conozco de toda la vida y cuando le ví por televisión ganando un concurso nacional me emocioné y subí su categoría a vecino grande.
Sus conocimientos eran infinitos y su capacidad de enseñar a los alumnos iba más lejos de una simple lección. Los conocía a todos y se preocupaba por ellos. Puro Diego.
Su mayor legado es el recuerdo que deja entre los alumnos que hoy le recuerdan con profunda admiración y sienten el orgullo de haber compartido esos días de clase tan especiales.
Siempre pendiente de los demás derramaba su alegría en cada clase y se paraba con los alumnos para saber de sus vidas y sus obras. Diego vivía para los demás y amaba su profesión.
Con el tiempo Diego Gutiérrez fue profesor de mi hijo Carlos y en la entrega de bandas nos hicimos una foto juntos porque a Diego le gustaba el contacto con la gente y yo era gente de toda la vida en su barrio, otro vecino.
Sabe Diego que ya lo ve todo desde el Cielo lo triste que se ha puesto mi hijo cuando se ha enterado de su marcha. Lo ha puesto en su Facebook y sus compañeros de clase hablan maravillas del profesor.
Nos pasamos media vida de saludos por nuestro Barrio de Los Ángeles hablando a distancia (a voces limpias) como lo hacemos en mi barrio.
Cuando venía a LA VOZ siempre se paraba en la mesa de deportes “qué, como va el Almería”, y luego a la Cadena SER como después a la televisión cuando coincidíamos en maquillaje. Siempre dando lecciones.
educando, enseñando esos valores que con el tiempo se van perdiendo. Lo que se llama educación.
Yo le escuchaba con atención cuando hablaba de Stop Accidentes, daba la talla en las ondas. Era muy buen comunicador. Todo lo hacía bien y por los demás.
Recuerdo los nervios de Diego cuando se casaba su hija y los buenos consejos que iba repartiendo allá por donde iba. Siempre con una sonrisa. Era feliz y dicharachero. Un gran profesor que ejercía las 24 horas del día.
Me dio una profunda pena saber que se ha marchado a los 62 años, ahora que empezaba a ver la vida desde la azotea o desde el ‘terrao’ de la sabiduría. Menudo abuelo se perderán sus nietos. Qué pena más grande. Por Dios.
Siento no poder darle un beso a su viuda y a sus hijos porque no los conozco. En el barrio de Los Ángeles todos nos saludamos pero no nos conocemos. A Diego le pasaría lo mismo con los míos. Somos así. Puro barrio.
Siempre he tenido claro que los almerienses somos buena gente, pero Diego subía ese escalón que lo ponía en el estado de almeriense de categoría.
Jamás sacó pecho de todo lo que era y tenía: pura filosofía del barrio donde la humildad manda. Él se sentía querido por su familia, sus vecinos, sus compañeros de enseñanaza y lo más importante: por sus alumnos. Diego Gutiérrez era una bella persona. Un hombre bueno que educaba a los demás y les enseñaba a amar la vida. Esa vida que se le acabó tan joven, en plena sabiduría.
Siempre nos despedíamos con un “a ver si nos vemos” y así un día y otro día. Hablando a voces limpias como somos en el Barrio de Los Ángeles.
Por los siglos de los siglos. Amén. Que Dios te bendiga.