Buen maestro y mejor persona

Tomás Ruiz

Diego Rodríguez Valverde

  • La Voz
Dice la letra de una conocida sevillana, algo se muere en el alma cuando un amigo se va, en esta ocasión ha sido un AMIGO con mayúsculas, de esos que nunca te fallan. El bueno de Diego fue el primer compañero con el que tomé contacto cuando me destinaron a Garrucha hace ya cuarenta y un años, en la desaparecida Escuela Hogar San Fernando. Allí comenzamos a conocernos, a convivir y a comenzar juntos una serie de años de docencia que hicieron enriquecernos paralelamente en lo personal. Nos ayudábamos mutuamente y yo logré aprender mucho de él acerca de lo que era una escuela-hogar. No puedo olvidar cuando me dejaba ratos por las tardes para que pudiese prepararme las oposiciones y, como es de bien nacido ser agradecido, yo le decía que no se preocupara en venir por las mañanas de su casa temprano para despertar a los internos, ya lo haría yo puesto que él estaba casado y con su primogénito Diego muy chico. Una vez que cerraron la escuela-hogar y me destinaron al Colegio Nacional Mixto Comarcal, también de Garrucha, que es como se llamaba entonces, seguimos compartiendo muchos aspectos docentes y personales, excursiones juntos, aquellos interesantes encuentros de fútbol maestros-alumnos, festivales varios y siempre luchando por el bien de nuestro alumnado, compaginando la docencia de las matemáticas y las ciencias naturales con la adquisición de valores en esos alumnos y alumnas. Eras un maestro ejemplar, sabías transmitir con una excelente pedagogía y, además, entendiendo al alumnado, a su problemática personal, siempre en aras de una buena educación integral de todo tu alumnado. Te has ido muy pronto, amigo Diego, no has podido gozar mucho tiempo de tu merecida jubilación, no has podido llevar a cabo tantos objetivos e ideas que siempre has tenido, gozar más del campo, de la pesca, de tus habilidades culinarias y manuales, de tu familia, ahora que empezaba a llegar algún nieto. Tanto tu querida Fany, como tus encantadores hijos, Diego, Andrés y Carmen, pueden estar orgullosos de haber tenido como esposo y padre a una de las mejores personas que he conocido en este mundo, y no lo digo por aquello de líbrate del día de las alabanzas, lo digo, y así lo corroboran muchísimas personas, porque has sido una BUENÍSIMA persona, servicial, amable, atenta, educada, inteligente, coherente y siempre conciliadora. Como te voy a echar de menos cuando en San Diego, patrón de mi Cuevas natal, no pueda hacerte esa llamada que siempre realizaba para felicitarte. Recuerdo que un año te llamé por la noche y me dijiste ya te echaba yo de menos. Adiós, querido Diego, a tus 72 años todavía te quedaban cosas por hacer pero la vida es así de cruel, tú has tenido siempre Fe y hoy no me figuro otro sitio para ti que el mismísimo Cielo. Adiós, buen maestro pero mejor persona, ojalá estés experimentando ya la Resurrección en Cristo. Descansa en Paz.