"Los veranos ya no serán lo mismo”

Alberto Fernández-Capel Baños

  • La Voz
Un caballero cristiano. “Nuestras madres sembraron en nosotros con la ternura y la paciencia infinita de aquellas madres el germen del caballero cristiano, que siempre tuviste latente y rebrotó vigorosamente al final de tu vida” Querido Alberto, se ha cumplido un año y las heridas de tu ausencia no cicatrizan en tu familia y amigos. Te has ido como los elegidos demasiado pronto y lamento profundamente no haberte acompañado en tus últimos tiempos. Son muchos los recuerdos que tengo. Nuestra infancia transcurrió en los años cincuenta jugando en las calles de aquella Almería dormida arrullada por el mar pero entrañable, la Almería de Celia Viñas: “Almería se hace patria del corazón y, para muchos, es la ciudad media, dulce, soñada y ensoñada, donde el sosiego de vivir se cumple en la más grata soledad y el más escrupuloso silencio íntimo”. Nuestras madres sembraron en nosotros con la ternura y la paciencia infinita de aquellas madres el germen del caballero cristiano, que siempre tuviste latente y rebrotó vigorosamente al final de tu vida. Aquello te condujo al seminario y allí coincidimos. Muchas veces hemos recordado esa etapa paseando por el muelle camino de ‘La Barraquilla’ en busca de una refrescante cerveza. Recuerdo que en cierta ocasión se nos acercó un mendigo y le diste los cinco duros que llevabas para la cerveza. Así eras, espontáneo y generoso. Volvimos a coincidir en Granada. Hiciste medicina y trabajaste en distintos sitios hasta que llegaste a Almería. Conseguías multiplicar el tiempo en tus manos: disfrutabas de la naturaleza, haciendo senderismo, y de tus numerosas lecturas, y sin pretenderlo sorprendías continuamente a tus amigos con tus conocimientos en literatura, historia, filosofía, astronomía, antropología... y últimamente disfrutabas con tu propio blog en Internet. En verano cuando llegaban las vacaciones los viejos amigos nos reuníamos generalmente en casa de Rafael que ejercía de anfitrión y discutíamos sobre lo divino y lo humano hasta la madrugada ejercitándonos en el intercambio de ideas, cosa que Johnson ha definido como “el único poder verdadero”. Y disfrutábamos con tus teorías siempre tan sorprendentes y brillantes. Cuando Mavy cayó tan enferma la cuidaste hasta la extenuación, y después ella y tus hijos, de los que te has podido sentir muy orgulloso, se han volcado contigo y han estado pendientes hasta el último momento. A tus amigos nos queda el consuelo de tu entereza ante la enfermedad y los recuerdos, pero los veranos ya no serán lo mismo. Querido Alberto, dondequiera que estés ‘sit tibi terra levis’.