Diego era para muchos Diego el del Quiosco, aunque evidentemente era mucho mas, era Diego el del Junior, el de la Asociación de Vecinos, el de Los Ángeles, el de los niños y el de los abuelos, el del barrio, el vecino, el amigo, el de la guitarra, el padre, el esposo, el de la Parroquia el hijo y el hermano, el del tranquillo de la Iglesia o el de la calle de la Farmacia, tío de sus sobrin@s, era Diego.
Diego era hijo de María y Paco, a cual de los dos mejores personas, trabajadores, buena gente de verdad, con paciencia infinita para soportarnos a toda la patulea de amig@s. Paco, su padre, después de trabajar en maderas Rabriju, en la calle San Lorenzo, montó un quiosco de prensa en la calle Marchales, junto a su casa, en pleno centro del Barrio de los Ángeles. Supuso para muchos una gran innovación. Diego poco a poco fue ayudando a su padre, hasta que pasados los años él se hizo cargo. Era el Centro del barrio, el lugar de todo tipo de noticias, de encuentros, de quedar. Cuando teníamos un rato nos íbamos a acompañarle o a darle la lata a Diego, o a preguntarle si había visto a esta o aquel, a dejarle no se que, que ya vendría alguien a recoger.
Eran esos años donde tanto él como nosotros queríamos: “Salir a jugar con mis amigos a la calle de la farmacia, como nosotros la llamábamos o a ir de excursión a la Molineta a comer higos y algarrobas con la colorida cantimplora de plástico colgada”. A mitad de los 70 ya pertenecía al Movimiento Junior de la Parroquia de Los Ángeles, primero como niño y después como educador, pasando por sus manos un buen montón de niños y niñas del barrio en las diferentes pandillas que el llevo durante un montón de años. Allí se encontró con Toñi otra niña del barrio con la que formo una familia hasta hoy, con el fruto de su linda hija Alba. Hace poco escribía: “Quisiera volver a ser niño por un instante, para ir de excursión y de campamento con el Mvto Junior y conocer a otros niños y niñas que al igual que yo trabajábamos, ya a tan temprana edad, para transformar un mundo gris creado por y para los adultos siempre con prisas, donde no está bien visto salirse de lo “normal” que es lo que otros adultos han definido como tal, un mundo donde manda el dinero, el poder, las apariencias, el egoísmo y donde es más prioritario el tener, que el ser”.
Casi a la vez participaba Diego en las movidas del barrio con la Asociación de Vecinos La Palmera, muy especialmente en los carnavales con sus disfraces, con su guitarra, con su montón de niños alrededor, pero también con sus reivindicaciones y sus luchas por hacer un mundo nuevo, un barrio nuevo, mejor mas solidario y mas habitable.
Pasado el tiempo, curiosamente. ,vino a descubrir y a volcar su entusiasmo en otra etapa de la vida diferente y a la vez vinculada a la niñez, trabajando con los mas mayores de nuestra sociedad y así recibíamos sus fotos haciendo reír y disfrutando con abuelos y abuelas en fiestas y eventos con ellos.
Diego ha sido y seguirá siendo un ejemplo de amor, de compromiso y de entrega y también de silencio y de discreción. Es triste, muy triste decir adiós, pero mas lo seria si hubiese sido una vida vacía, pero no es el caso, su vida ha sido una vida llena, repleta de amor hacia él, en primer lugar desde su familia, y también del amor que Diego ha repartido a manos llenas con generosidad para tod@s los que le han rodeado y acompañado a lo largo de su vida, por eso la pena se convierte en celebrar esa vida.
Ahora feliz, podrá : “Volver a perseguir grillos, a coleccionar estampas, a criar gusanos de seda, hacer máquinas de bolas con una madera, dos pinzas de la ropa, púas y gomas del pelo. Intentaré seguir poniendo una pizca de locura a esta sociedad excesivamente cuerda pero sin apenas valores, que con su aridez entierra las ilusiones de muchas personas que intentan o mejor dicho intentamos crear a nuestro alrededor un lugar nuevo y más justo para todos, un mundo que seguro será mejor si es creado desde la imaginación, la pureza y la sencillez del alma de un niño”.