A ti, Francisco Díaz Sabio, que a lo largo de tus 88 años fuiste hijo, hermano, tío, marido, padre, abuelo y bisabuelo... gracias de corazón por construir junto a Carmen, tu tan añorada media mitad, una familia grande, fuerte, unida y repleta de cariño.
A ti, papá, que siempre partías y repartías, y le sacabas punta a todo (como la jaula del loro), gracias por ese sentido del humor tan peculiar, por tu tozudez y por tu gran corazón; que quienes te conocíamos sabemos cuánta generosidad cabía en él.
A ti, suegro, que nos diste la bienvenida a tu casa, siempre con los remos a mano, y nos hiciste ser, a todos y cada uno, un miembro más de esta, tu familia.
A ti, abuelo, que siempre nos descubriste cosas nuevas y excursiones que nadie más podría ofrecer, por esas meriendas en El Retiro, por esos pequeños caprichos que respondían a los gustos de cada uno, por tus ‘holas’ donde todos éramos ‘abuelos’ y por esa ‘iniciación’ al vino que todos pasamos al confundir las botellas de vino con las de cocacola... gracias por ser como eras y estar ahí.
A ti, Francisco, que a pesar de la añoranza de tu esposa te mantuviste fuerte todos estos años por nosotros, gracias por regalarnos todo este tiempo a tu lado. Un tiempo empleado en recordar y en crear nuevos momentos que atesorar.
A ti, Díaz, a ti Sabio, y por partida doble, que supiste dar tanto sin pedir nada a cambio, te ha llegado la hora de reunirte con quien tanto tiempo querías. Te has ido en una época en la que volvías a ser como un niño abriendo sus regalos de navidad, y aunque sean momentos tristes, también lo son alegres porque afloran sentimientos, vivencias y recuerdos de tiempos perfectos.
Por ello, a ti, Francisco, que ahora descansas y te has hecho eterno, por y para siempre, gracias por dejarte querer y demostrarnos todo lo que nos querías en estos últimos días.