El tío Antonio no ha muerto. Esta sentado a la derecha del padre. Toda su vida fue un apostolado de preparación para volver con Dios. Todos le recordamos como un hombre bueno y feliz. Su capacidad de ayuda al prójimo era infinita y hacía gala de su fe religiosa sin importarle nada ni nadie. Entre sus manos lleva el crucifijo de los Cursillos de Cristiandad y descansa junto al amor de su vida: Antonia Miralles.
Juan José Martín La Misa del tío Antonio empezó de la mejor manera. El Párroco de San José le ha cedido la palabra a Neli, la hija con la que cruzaba Almería caminando, y con el corazón en la boca nos ha dado las gracias. Digna sustituta de un padre ejemplar. Había otro cura pero no pregunté su nombre. Espero que me perdone. Todo lo que ha dicho el cura nacido en Fondón es la Biblia. Le conocía tanto como Don Antonio, su cura de cabecera: “Antonio ha sido un hombre feliz y toda su vida se ha preparado para este viaje que nos lleva junto a Dios”, decía para emocionarnos a los presentes porque: “para él su vida ha sido la de un buen cristiano que se supo retirar a tiempo de sus trabajos al servicio de la Iglesia de San José”.
Vida Cristiana Antonio se pasó la vida dando gracias a Dios por todo lo que le dio. Cada día empezaba agradeciendo que su familia estuviera bien y cuando hacía una buena obra era el hombre más feliz de la tierra.
Siempre cerca de Dios y del prójimo con el que mantenía una relación de amor y respeto. Lo bueno del tío Antonio es que transmitía paz y amor en grandes cantidades y nos conocía a todos por nombre, apellido y profesión. Ya fuesen de la rama Pascual o Miralles. Ha sido el feligrés que todo cura quisiera tener en una Iglesia porque valía para las lecturas, salmos o esas catequesis tan importantes para los que empiezan.
Su debilitad por la Iglesia de San José era grande y allí rezó cada día por los suyos para que ganaran el Cielo donde ahora él se encuentra.
No pedía para él El tío Antonio rezaba para los suyos y para los demás. Lo suyo con Dios iba aparte. La vida que tanto le regaló le hizo pasar por dos momentos muy duros que superó gracias a su cercanía con el Padre.
Perder a una hija y a su mujer fue lo más duro que le tocó vivir. A los pies de la cama de Matilde preguntaba al Cielo por tanto dolor y no entendía cómo se marchó Antonia antes que él. Nunca estuvo solo pero sin salir de su boca una sola queja cargaba con la cruz de perder dos grandes pilares de fu familia.
El tío Antonio nunca estuvo solo y sus hijos (maravillosos) le demostraron con su unión y educación que había merecido la pena formar una gran familia con Antonia, con la que hoy descansa por los siglos. Y con ellos Matilde: la alegría de la casa.
El faro de la familia Del tío Antonio Pascual pueden hablar mejor que yo todos aquellos a los que buscó un puesto de trabajo. A los que ayudó con sus mejores consejos y a los que enseñó el proceder para formar una familia cristiana. Nunca le dio vergüenza ser cristiano.
Los Pascual y los Miralles fueron para el tío Antonio un tema de estado y siempre salía en su ayuda, llegado el momento. Todos llevamos en nuestro corazón al tío Antonio. El hombre que unía a la familia con el tío Pepe Miralles en una playa o en un cortijo para hacer piña.
No dudaba en alquilar un autocar para que nadie faltara y ojo con aquellos que se escaqueaban porque la familia siempre era lo primero.
El tío Antonio no ha muerto, está en nuestros corazones por los siglos.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.