Volvamos a un tiempo antiguo no olvidado; porque no perdemos sino hallamos. Ahora, Consuelo, nos has encontrado y vuelves a unir las piezas rotas como pétalos de cualquier flor que tanto anhelabas. Miedos, temores, deseos, consuelo en un ramillete de espliego y lavanda.
Juanito Valderrama, un hombre de tu tiempo escribió palabras proféticas en la letra de “Madre hermosa”. Y yo digo también; sí, Consuelo. Estás a nuestra vera por siempre. Nunca has dejado de hacerlo. Envidio ahora a los ángeles porque coserás incansablemente para ellos; remiendos de amor porque sólo diste bendición donde había necesidad, en un tiempo oscuro de carestía y dolor diste renuncia, donde faltaba el pan diste fuerza, donde existía el miedo, esperanza venciendo así a un futuro incierto.
Ya eres el Buen Pastor. Ahora guiarás a un rebaño de almas, tu familia entre espinos y costras de sal del camino hacia el hoy que se nos antoja triste y dolorido más el mañana será encuentro y regocijo.
No hay vanidad en las palabras sino agradecimiento. La virtud es el encaje de tu vestido en una tela de valores a imitar por nosotros.
Madre, Madre Tierra, compañera fiel, mujer. Proclamo a los vientos la ejemplaridad de tu vida. Participo a través de tu hija y de mi hija de poder compartir una parte de tu valentía y fortaleza. Apenas una queja salía de tu boca, reservada, educada y prudente. Esposa amantísima de un gran hombre que, seguramente está sentado entre vosotros o dándote la mano porque ya habrá más viaje o despedida. Madre y abuela. Siempre de pie a pesar de tus frágiles rodillas y antes las caídas de la vida. Tus hijas y nietos seguirán el camino. Tú haces el camino.
Es hora de labrar esos llanos infinitos que te esperan en el Paraíso o acariciar a tus amigos los árboles. Amanece ya y el Cerro Gordo dibuja su mole entre las sombras; tu casa se ve a lo lejos. Ahora la mía y la de todos. Bienvenida.