Todos los Saberes la tenían en los altares por su educación y respeto. Desde el tío Antonio al tío Pepe pasando por Luis, Manolo y Juan (su suegro), Chiqui ha sido un modelo a seguir para todos en la familia.
Nadie sabe quién es Rosario Giménez pero todos conocemos de sobra a la prima Chiqui y a la hora de escribir estas líneas la veo subiendo la calle Ayala camino de casa rodeada de mis primos, siempre atenta al cuidado de la familia: siempre.
Se hacía querer Su tío Manolo Saberes, mi padre, siempre ha hablado de ella como un modelo a seguir. Una madre de sus hijos. Una mujer ejemplar. Modelo de educación y respeto. Siempre atenta con los que le rodean y con cinco hijos para educar y formar.
La vida y la obra de la prima Chiqui hoy está repartida por todos sus hijos y por sus nietos. Nos vimos por última vez en la entrega de los Premios de LA VOZ DE ALMERÍA rodeada de toda su familia y orgullosa del premio que recibía el Grupo Saveres que lo forman su marido y cuatro de sus hijos. Ese día tan importante con todos sus hijos y parte de sus nietos se le veía tan feliz que me quedaré con este recuerdo para la eternidad.
Como mi padre, pensaba el tío Luis o el tío Pepe. Al tío Antonio no lo conocí, pero mi tío Juan sabía que su nuera era muy grande en todos los aspectos. Con un corazón infinito.
Grande y sencilla Le gustaba pasar desapercibida pero era imposible, la prima Chiqui llenaba todo el ambiente y cuando aparecía en las pocas fiestas familiares en las que nos vimos: nunca te faltaba el beso, su sonrisa, y su enorme respeto. Muy sencilla. Religiosa. Creyente. Amaba los valores de la familia y transmitió a sus hijos todo lo que ella había vivido en su casa.
Nadie la oyó levantar la voz y siempre tenía un buen consejo que dar: a sus hijos, a sus sobrinos y ahora a sus nietos.
Chiqui y don Antonio (el jefe de Saveres) eran tal para cual. Muy sencillos y humildes. Tanto que llegaron de la mano muy lejos en la vida: creando una empresa familiar en la que ella tuvo mucho que decir. En las grandes tomas de decisiones estaba siempre presente.
Unidad familiar La empresa que nacía en la calle Reyes Católicos y saltaba a la Carretera de Ronda y luego al Polígono Alfa de Huércal, necesitaba de formación. Dotarla de tejido familiar indispensable para el éxito. El tío Juan siempre dijo que la familia en la empresa era un plus: no se equivocó.
Fue la sobra de don Antonio en aquellos duros comienzos. Participó de la valentía de un joven empresario dispuesto a todo y colaboró en la formación de sus hijos para ir integrándose en Saveres: Antonio, Juanjo, Kiko y Miguel Ángel.
Solo la niña de la casa, Charo, eligió otro camino sin perder de vista la empresa familiar. Chiqui, hasta el último de sus días, ha estado rodeada de su familia que le ha devuelto todo el amor y el cariño que ella les dio.
Siempre preparaba las navidades juntos y unidos para que la familia estuviera unida.
Hoy sus hijos siguen con su ejemplo y empiezan a echar de menos a una madre tan importante en lo afectivo como en lo profesional.
Alma de don Antonio Pero nadie va a echar de menos a Chiqui. Nadie la va a buscar más hasta el último de sus días que su compañero de viaje. Antonio Fernández Martínez. Con el que se casó para siempre y del que solo la muerte le podía separar. Conozco bien como aman y quieren los Saberes. Nos vemos poco pero sentimos mucho. Cuando nos necesitamos siempre estamos y el mejor de los ejemplos es don Antonio que tanto ha ayudado a sus tíos: Antonio, Manolo, Luis y Pepe, con los que creció junto a su padre, Juan.
Noto lo que ahora mismo estará pasando por la mente de don Antonio el jefe de Saveres. Siempre con ganas de ir a trabajar y, estando en el trabajo, con ganas de estar con Chiqui. Sin decir nada especial: pero a su lado. Ellos que bailaban en el Club de Mar y hacían una pareja ideal en los sesenta, han sabido sumar años y compartir las alegrías y las penas que decía el cura cuando la boda.
Don Antonio, la ha llorado y la seguirá llorando hasta que vuelvan juntos en el cielo, porque creo en el cielo, y allí debe de estar la prima Chiqui.
En su despacho, mirando a la carretera cada mañana de los días que le queden por cumplir: verá al amor de su vida. A la madre de sus hijos. A la compañera. La lleva en su corazón por los siglos.
Siempre discreta Hasta el último de sus días ha vivido para los demás sin hacer ruido. Se ha marchado en silencio, parando su corazón rodeada de sus seres queridos. Sin levantar la voz. Sin una queja de dolor. Sencilla, educada, respetuosa... hasta el último de sus días. Ella que siempre lo pretendió, nos ha dejado su modelo de vida y sus valores repartidos entre sus cinco hijos: Antonio, Charo, Juanjo, Kiko y Miguel Ángel. Ellos han sido siempre las fuerzas y las ganas de vivir de una madre ejemplar.