Ayer fallecía en Almería el ‘tite Emilio’ para los que tuvimos el privilegio de formar parte de su entorno familiar. Emilio Esteban Hanza había nacido en Canjáyar en el año 1929; en sus calles pasó sus primeros años, hasta que la muerte de su madre (sólo tenía 7 años) llevó a su padre a decidir trasladarse a la capital.
Allí comenzó una etapa formativa que completaría años más tarde licenciándose en Granada como abogado, la que sería su ocupación laboral a lo largo de toda su vida, ejerciendo en Almería, en Granada y Madrid, con gran proyección a juzgar por la decisión del Ministerio de Justicia de concederle la Medalla de Oro al Mérito de la Justicia de la Orden de San Raimundo de Peñaflor.
Emilio Esteban fue uno de los actores principales en el nacimiento de ese gran proyecto que fue la Caja Rural de Almería que, convertida hoy en Cajamar, es la primera cooperativa de crédito española, de la que fue fundador junto a Juan del Águila Molina y Jesús Durbán. Desde entonces, año 1963 fue el asesor jurídico de la entidad.
Pero el ‘Tite Emilio’ era mucho más que un abogado; su inquietud por conocer, por investigar todo aquello que le era cercano, por crear en los ámbitos más dispares, le granjearon amistades célebres del mundo de la cultura como la de el editor José María Artero, el escritor Manuel del Águila o la poetisa Pilar Quirosa, entre otros.
Una inquietud por la vida y por la historia que lo llevó a una participación activa en eventos de singular relevancia en Almería o en su querida Canjáyar, implicándose en el proceso de beatificación del Obispo Diego Ventaja, formando parte de la Comisión de Almería para el V Centenario del Descubrimiento de América o la más reciente celebración del Año Jubilar de Canjáyar. Se podría decir que Don Emilio no dejó escapar apenas ninguna manifestación cultural, social o popular a la que pudiera aportar algo.
Pero si había algo que moviese especialmente su espíritu era el pueblo que lo vio nacer, Canjáyar, y su patrona la Santa Cruz del Voto, de forma que pasó gran parte de la última etapa de su vida enfrascado en la preparación y publicación de libros, ensayos y trabajos para recuperar las tradiciones, la historia o la cultura canjilonas.
Obtuvo muchos reconocimientos a lo largo de su dilatada existencia, pero probablemente ninguno más ilusionante para él que la declaración de Hijo Predilecto de la Villa de Canjáyar en el año 2002, o el hecho de que el Ayuntamiento que presidís Paco Alonso le pusiera su nombre a una calle.
Emilio Esteban rompió de alguna manera ese dicho que reza que ‘nadie es profeta en su tierra’, porque él lo fue sin duda; a los reconocimientos indicados suma el Premio Uva de Oro de la Casa de Almería en Madrid (quizá más por la referencia a la uva, oro verde de Canjáyar durante muchas décadas), o el premio ‘Alpujarreño de Abolengo’, otorgado por los 63 pueblos almerienses y granadinos que forman parte del llamado Coro Alpujarreño.
En muchos de los trabajos realizado con Canjáyar como argumento contó con la colaboración de la que ha sido más que una esposa, Gracia Navarro Oña, compañera de aventuras, ediciones y proyectos, que compartió con él lugar de nacimiento y pasión por sus símbolos, sus gentes y su Santa Cruz.
Por fin, más allá de todo este extenso currículum vital, Emilio Esteban, el ‘Tite Emilio’ fue un hombre afable, de sonrisa fácil, espíritu abierto y muchas fidelidades; se lo ganó a pulso, y así lo recordaremos, ahora y siempre.