El día uno de abril, en plena sacudida del maldito coronavirus, el compañero Rafael Mezquita, como siempre, me comunica el fallecimiento de don José. Alguien decidió llevárselo con Él en poco tiempo y en el peor momento. Nos ha dejado nuestro querido don José Ramos Santander, aquel joven y dinámico inspector que, por los años setenta y ochenta, compartió, como máximo responsable, con un grupo de maestros una experiencia inolvidable: El colegio piloto Europa, cuya huella aún sigue marcada en las numerosas promociones de niños que con cariño recuerdan su paso por aquellas aulas, aquellas pistas, aquella biblioteca, aquel jardín, aquel comedor… y, sobre todo, no olvidan la educación y el cariño que recibieron. Fue un espíritu nuevo, un nuevo estilo, una nueva forma de formar, aunando maestros, padres y alumnos en unos objetivos comunes y compartidos por todos. Gracias, don José.
Siempre recordaremos sus consejos, sus orientaciones didácticas con esa sabiduría y humildad que caracterizó en todo momento a quien fue Delegado de Educación, Inspector Jefe… y renunció a cargos superiores que escapaban del mundo de la enseñanza. Sabía lo que quería y cómo lo quería. Sus visitas a aquel centro de un barrio alejado de la ciudad, su entusiasmo por la innovación pedagógica que a todos nos contagiaba, y, sobre todo, su mediación ante la seriedad y mayor rigidez de otros inspectores. Gracias, don José.
Quien escribe estas líneas, llenas cariño y de dolor, también fue, como tantos otros, alumno de don José en Magisterio y, desde entonces por sus ideas y nueva visión de la enseñanza, lo consideró como su maestro. Gracias, don José.
Reproducimos, como recuerdo entrañable y merecido homenaje a esta buena persona, llena de humanidad, algunas frases del sentido y profundo artículo que él escribió, recogido en las páginas de la Revista que vio la luz en 2015 como rememorando de aquel nostálgico Europa, memoria demasiado pequeña para lo grande que fue aquel proyecto o aventura que algunos no supieron o quisieron valorar en su momento.
“El colegio Europa no fue solo una ilusión mía. Fue una aventura científica llevada a cabo por un colegio (un grupo colegiado) de maestros, padres y alumnos”. “Me siento feliz por haber promovido y acompañado a la Comunidad Educativa en aquella hermosa tarea”. “Fue para mí, como para todos los que compartimos aquella aventura, un hermoso regalo”.
Desde este diario quiero, en nombre de todos los compañeros que aún mantenemos vivo el recuerdo de aquel centro piloto, dar un fuerte abrazo que, por las circunstancias que vivimos y esa es otra pena añadida, tiene que ser virtual a su mujer, Amalita, a sus hijos Amalia María y José Ángel y a todo el resto de su familia.
Descanse en paz, don José, y que los que lo conocimos y quisimos de verdad, no dejemos que se nos muera su recuerdo.
Por Francisco Galera, maestro de Lengua del colegio Europa.