Un lustro sin ti, se escribe rápido pero pasa lento. A veces es tan pausado que pareces escuchar cada una de las palpitaciones a cámara lenta y cada una de las punzadas que llegan a tu corazón. El dolor sí que mengua, pero tu recuerdo es constante cada día de mi vida. Es imposible no levantarme y pensar en ti y no irme a la cama y soñar contigo.
Tengo la gran suerte de sentirte, unos días más que otros, pero me tranquiliza saber que estás cerca de mí. En estos cinco años te hubiese preguntando tantas cosas, enseñado tantas otras y dispuesta a aprender un sinfín de consejos tuyos y actitudes para la vida. Cómo defendías y luchabas por tu empresa, cómo desprendías amor y cariño, cómo sabías estar en cada momento y ser una madre ejemplar.
Una madre que siempre nos mostró el esfuerzo y sacrificio del trabajo, su recompensa, pero sobre todo la constancia de estar ahí día tras día. No sé cuántas veces te he llamado para contarte cómo avanzaba mi vida, y me he entristecido por no oír una respuesta. Es en los momentos difíciles cuando más notoria se hace tu ausencia.
Y ahora me pregunto qué pensarías de esta situación que vivimos, después de una pandemia y en la fase de recuperación, qué cosas se te habrían ocurrido, o qué locura estaríamos haciendo. Viajar, sentir, vivir siempre han sido tus verbos, verbos encarnados en mí y que repito hasta la saciedad.
Vivir esta vida con todo lo que nos toque, poniendo buena cara y una sonrisa a pesar de la tristeza. ¡¡Vivamos, aunque no tengamos ganas!! ¡Sonriamos, aunque estemos tristes! Y por supuesto, levantémonos cada día con ilusión por empezarlo.
Como siempre, un abrazo fortísimo a todas aquellas personas que han perdido a un ser querido por el cáncer, esperemos poder encontrar una cura. Y todas mis condolencias a los familiares que se encuentran destrozados por el covid-19.
Te quiere siempre tu hija, Alejandra Abad.