Cae la tarde vestida de dolor. El Paseo de Chirivel es hoy corazón samaritano que late al paso de la vida finita de su irrepetible hijo, Evaristo Egea Galera. Llora el cielo y una legión de pájaros escribe un pentagrama de notas palpitantes sobre las ramas de los plátanos de sombra que, agitadas, se resisten a dar su adiós al nonagenario vecino. Con tan solo 92 años – su singular personalidad encajaba en todas las edades- ha fallecido Evaristo Egea Galera, hijo de Antonio y Trinidad, de profesión: Genio. Aunque la vida le haya dado esquinazo, él será inmortal como su ingente y polifacética obra. Segundo de una familia con cinco hijos, Evaristo vino al mundo en su pueblo velezano, allá en 1928, si bien siempre matizaba: “mi sangre nació y brotó en Chirivel, pero creo que fue purificada por el agua y los alimentos que tomé en el Roquez, la Bodega, la Balsa de Los Galera, la Umbría, Lo Portero, Los Pinos, Oria con su fuente de la Polaca, el Frax, el Ogarite, Las Mazas, que mi abuelo construyó para pisar esparto..” Un conjunto de escenarios rurales saturados de Naturaleza que trazaron el itinerario vital de un personaje único y especial, activo, emprendedor y honrado, que no dudó en abrir sus puertas autodidactas al medio centenar de profesiones y oficios desempeñados hasta ayer, desde los más sencillos a los más complejos y peculiares, desde agricultor, mulero y carrero, carretero de vacas, apicultor, barbero, zapatero artesanal o relojero, a curtidor, reparador de balones de reglamento –compensados para su rebote perfecto., intérprete de alemán o profesor de música y solfeo.
El arte artesano, la artesanía, han encontrado en las mágicas manos de Evaristo Galera al mejor maestro, porque todo cuanto hacía tenía que ser perfecto y, por supuesto, lo mejor. Nunca nadie creó los más genuinos zapatos de forma artesana, ni elaboró tan minuciosa pleita y, por supuesto, moldeó el alambre, con la habilidad, la sabiduría e imaginación que derrochaba el artesano chirivelense. La vida ha esquivado a Evaristo, quien ha escrito su biografía con renglones de variada policromía, sabía ser el mejor o podía ser el peor, verbos que solo la inteligencia y veterana sabiduría saben conjugar. Evaristo Egea se hizo a si mismo con los espartos del esfuerzo, los cueros de la tenacidad y el alambre de la constancia. Padre-abuelo de un ramillete de artistas –Antonio, Ramón, Trini, Gloria, Javier, Ramón Evaristo y Aniceto- este genio de la artesanía deja en la orfandad, no sólo a sus descendientes directos, sino a sus numerosos amigos y admiradores, a su entrañable Vicente -98 años- a quien hace unos meses le regaló un bastón erigido con sus manos, a sus preciados tomates –siempre quiso ser agricultor-, a los relojes, a toda su familia del cuero y del esparto y, sobre todo a sus pájaros, a quienes les dotó de vida y color. Ni la cita de oficios antiguos de Terque, ni las ferias, ni los encuentros artesanales de tantos lugares serán iguales sin la presencia de Evaristo Egea, aunque aún queda mucho por contar de este imprescindible personaje de la geografía almeriense. Su sonrisa, su figura encorvada, su bastón y su boina –o gorra-, su impertérrito cigarrillo y su alma artesana vivirán siempre en nuestros corazones, y, sobre todo, en sus pájaros perennes que no cesarán su trino de azul tristeza hasta llegar a sus manos. Descansa en paz, querido Evaristo.