No estaba planeado que Lorenzo naciera en Adra; circunstancias ajenas, como su cercanía al frente de la Guerra Civil, lo hicieron posible. Y es que, como tantas otras veces sucede, la contingencia obliga. Al igual que cuando los avatares de la vida lo condujeron, sin tan siquiera imaginárselo, a aproximarse a la naturaleza ya desde una prematura edad. ¿Quién iba a decir a un intrépido joven almeriense, cuando trabajaba en una óptica de Almería a mediados del siglo pasado, que al poco tiempo iba a codearse con los personajes más emblemáticos del panorama nacional e internacional en la conservación, la fotografía y la investigación medioambiental? Quien sabe pero, quizás, los embates de la terrible guerra que se desarrollaba tan cerca de donde su madre le dio a luz acabaron por impregnarlo de ese arrojo, vigor y contundencia que siempre lo caracterizaron. Rasgos que lo ayudaron a perfilar su trayectoria futura en un mundo tan a contracorriente.
Tanto como para hacer de sus cualidades una profesión que lo llevó a viajar por medio mundo para, como autodidacta y sin estudios superiores, acabar impregnándose de los conocimientos de los científicos a los que ayudaba. Ese fue el mismo obstinado y valiente Lorenzo que, décadas después, regresó a su Almería natal para, con su habitual entusiasmo, forjarse una sólida experiencia por los sitios más recónditos de su geografía. Intentó conocer, primero desde su trabajo en el Instituto de Aclimatación y luego en el de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), los animales salvajes de su tierra. Y entre insectos, murciélagos, peces y colecciones científicas, este inusual almeriense, adelantado a su tiempo, concluyó centrándose en el que fue su último motor de inquietudes, las aves. Con ellas trabajó junto a eminentes figuras como Valverde, Cano Gea y Miralles, incluso publicando imágenes en enciclopedias del reputado Félix Rodríguez de la Fuente. Él ha sido el que, en la última etapa de su vida, nos ha transmitido tanto a los jóvenes naturalistas de la provincia, dejándose acompañar en sus salidas de campo y en el seguimiento que a ellas les hacía. Y con ellas acabó siendo el primer anillador de aves de Almería.
Pero hoy, que ya no está con nosotros, debemos tener un recuerdo para Lorenzo persona, el Lorenzo amigo. Estamos hablando de un hombre de principios; sus ideas siempre las defendía con auténtica pasión. Aun así, era afable, extrovertido, dicharachero, bromista y siempre cercano; se hacía querer. Visitar la naturaleza con él era un verdadero placer. Sus conocimientos del medio resultaban abrumadores. ¡Cuántos amaneceres hemos vivido juntos!, cuantas horas montando redes, anillando, haciendo transectos, fotografiando… ¡Cuántos buenos momentos compartidos alrededor de la mesa tras una jornada de campo!
Tanto ha sido lo que nos ha legado, que no pudimos dejar de dedicarle, como reconocimiento, el lugar en el que centramos el mayor esfuerzo y tiempo de toda la provincia donde capturar, medir, marcar y soltar aves. Este es el de la estación de anillamiento que lleva su nombre, sita en las albuferas de la Adra que le vio nacer. Lo que él nos enseñó de las aves a varias generaciones de entusiastas, allí se sigue enseñando a decenas de niñas/os, jóvenes y adultas/os que rutinariamente visitan el lugar. Esa será su herencia.
Lorenzo nos quiso abandonar un 18 de julio de 2020, aun a pesar de seguir pertinaz entre nosotros, imperecedero en el tiempo y en la mente. Ese día se anilló en su estación. Para conocer más sobre su vida y obra, visitar https://ealorenzogarcia.wordpress.com/la-figura-de-lorenzo-garcia/.