Estimados amigos de La Voz de Almería: el pasado domingo, como todos los domingos, me desplacé de Roquetas a Almería para ver a mi amigo Alejandro, traerle unas cosillas y estar un ratito con él. Estaba subiendo el camino hacia la choza que se construyó en un rincón de una antigua balsa del camino del club de natación, en la Vega de Acá, cuando su vecina Eva (la chica rusa que salió ilesa cuando su pareja -hoy detenido- incendió su cabaña con ella dentro), me alertó de que no subiera porque Alejandro había muerto. Me invadió una sensación de pena que me aflojó las piernas y me hizo soltar el carrito con las viandas. Su perra también me había visto y venía hacia mí, para contármelo. Allí estaba su carro donde recogía de todo por las calles, su bicicleta, su mochila y su perra con sus perrillos.
Eva me describió que se lo encontró el miércoles a las 12, estirado sobre su colchón y agarrado a su botella, como ha vivido en estos últimos años. Estuvo allí una ambulancia y la policía, buscando datos personales para su inhumación. He llorado por mi amigo y he rezado un Padrenuestro por el eterno descanso de su alma. El pasado 2 de julio fue su cumpleaños, estuvo muy contento todo el día; y el domingo pasado nada me hizo presagiar el fatal desenlace que tuvo lugar el siguiente miércoles. Dice Eva que el día anterior a su deceso anduvo cayéndose, cada dos por tres, a lo largo del camino, seguido por su fiel perra. Es la de color marrón, que sale en la foto que le hicisteis el 31 de mayo de 2019, para ilustrar el reportaje 'A quién habrá votado el nuevo hombre de la manta'. Está en la acera junto a su "novio" el perro blanco y negro, haciendo ambos gala de prudencia y esperando la apertura del semáforo. Todo lo contrario que mi amigo Alex, que cruza con su bici. Alejandro era de origen alemán, un buen hombre que tuvo el buen gusto de elegir nuestra tierra para vivir.
Descansa en paz, amigo. Los que hemos tenido el honor de conocerte nunca te olvidaremos. Se han acabado para ti las penalidades y el Creador, amigo tradicional de los pobres, te tiene ya en su casa, en una gran morada que compensará eternamente las carencias de la humilde choza en la que has vivido.