El pasado domingo día 20 de septiembre, nuestro querido Antonio decía adiós a la luz de la vida, dejándonos sumidos en un profundo dolor, en una inmensa tristeza muy difícil de asimilar. Su muerte fulminante, inesperada, tenía 51 años, cuando todo en él rebosaba salud y dinamismo y unas ganas inmensas de aportar su buen hacer en temas tan trascendentes para nuestro país como son los acuerdos entre España y el Reino Unido por la cuestión del Brexit respecto a Gibraltar en unos momentos tan complejos para los compromisos como los que vivimos en la actualidad.
Antonio García Ferrer formaba parte del Cuerpo diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores y era responsable, en calidad de director, de la Oficina de Asuntos de Gibraltar. Experto en relaciones internacionales, Antonio era diplomático. Desde muy joven tuvo muy clara esta vocación y a alcanzar su sueño dedicó todo su esfuerzo y sus capacidades. “Quiero ser diplomático y recorrer el mundo” decía cuando cursaba sus estudios en el colegio La Salle de esta capital, y es verdad que desde pequeño ya mostraba aptitudes para su desempeño. Antonio era un “devorador de libros”. Los libros, la lectura, siempre fue su gran pasión. Respecto a esta afición suya, me viene a la mente una anécdota de cuando recién acabada la carrera y con la idea de preparar oposiciones al Cuerpo diplomático, fue a pedir información, y una vez recibida, la persona que lo atendió le entregó una amplia y completa bibliografía relacionada con la diplomacia para un primer contacto con el tema que tanto le interesaba. Cuando Antonio vio aquella relación de títulos comprobó que ya los había leído todos.
El escritor francés André Maurois definía el ser diplomático como “el arte de exponer la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés y la amistad con prudencia” y desde luego que nuestro querido Antonio encarnaba con creces esta definición. Licenciado en Derecho y dominando varios idiomas accedió al Cuerpo diplomático mediante oposición en el año 1996, tenía 27 años, y desempeñó distintas responsabilidades en la Unión Europea, en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en las embajadas de España de Seúl, Varsovia, Yakarta y Roma.
En el transcurso de su carrera profesional de servicio a España, Antonio ha tenido importantes reconocimientos profesionales y personales. Su valía profesional, pero muy especialmente su sencillez y bonhomía, le granjearon amistades por los distintos lugares del mundo relacionados con su actividad diplomática, pero no es esta faceta profesional suya la que pretendo poner de relieve con mis palabras pues ya ha quedado ampliamente recogida en los distintos medios nacionales tras conocer el impacto de su muerte, sino su faceta humana recordando al joven almeriense amante de su ciudad que con el deje de su tierra ha llevado el nombre de Almería a muchos y lejanos lugares del planeta.
Quiero recordar con estas líneas al hijo cariñoso y amantísimo que desde la distancia no dejaba una tarde de llamar a Almería para de hablar con su madre; al marido enamorado de Lorea, su pareja, siempre cogidos de la mano y con las miradas prendidas destilando verdadero amor; al sobrino y al primo cariñoso y cercano a pesar de la distancia que su actividad le imponía, promotor de encuentros familiares cuando venía a Almería, porque para Antonio la familia era muy importante, eran sus raíces. No puedo dejar de plasmar el valor que para Antonio tenía el sentimiento de la amistad. Amigos que como un tesoro fue acumulando en el transcurrir de su vida. Amigos de su niñez, de su etapa escolar, de la carrera, de su vida profesional…
Querido Antonio tu familia, tus amigos, tu ciudad lloran tu pérdida, y la expresión de este gran dolor se manifestaba en los cientos de coloridas flores que ayer te acompañaron hasta tu descanso eterno. Siempre en nuestro corazón y en nuestro recuerdo.