“Una persona entrañable”. Así la retrató de un trazo una compañera allá por noviembre del 94, cuando conocí a Lola en el Grupo de Investigación Historia del Pensamiento y su Didáctica, recién llegado yo a la Universidad de Almería. Lola, apasionada de la vida: junto a ella, siempre algún compañero de cuatro patas, canino, como los nobles Argos y Odín o el elegante Pol, o Puntito, ese gato persa blanco, que me adoptó por unos años. Lola, entusiasta de nosotros sus congéneres, los animales humanos. Amiga leal, exigente, incondicional, de amistades hondas, plurales y fraternas, pues sabía cultivar también los lazos del afecto entre estas y la familia. Como tantas de su generación, Lola, aun a su pesar, mujer de los cuidados, de desvivirse por los otros. Si alguna tarde de aquellas, de trabajo en equipo, se alargaba mucho, decía: “Lo siento, os dejo, que yo a partir de tal hora soy madre.” Sí, Lola, madre, hija, hermana, sobrina, tía. Vínculos familiares y amistosos tan cercanos en la distancia ahora por la mensajería instantánea, con colegas del Instituto, o de los Encuentros Andaluces de Filosofía, constante cruce de palabras de aliento, reconocimiento y cariño en el último tiempo.
Lola, mujer de ciencia, apasionada del saber, brillante investigadora. Desde aquellos reportajes para Almería Semanal (1979-1980) y sus años de empleada, decía ella, como psicóloga clínica, hasta su audaz proyecto de tesis sobre la naturaleza humana y la antropología evolutiva, que avanzaba hace unos años una perspectiva original del debate, ahora tan divulgado, sobre el estatus de la humanidad como especie, que si sapiens, neandertales o antecesores; pasando por la redacción de libros de Bachillerato y ponencias para jornadas y congresos. Lola profesora, de vocación-profesión, maestra del “amor a la sabiduría” de generaciones de adolescentes, en el I.E.S. Al-Ándalus aún resuenan sus lecciones, y docente invitada en el Máster de Sexología, ojos y oídos estudiantiles pendían del torrente de conocimientos que en apenas tres horas les supo comunicar. Lola, sinónimo de buena conversación y discusión abierta, con esa fina ironía de las claras inteligencias, capaz de colocar en el punto justo la chispa de la ocurrencia oportuna.
Lola, mujer de la acción, feminista, ecologista, … “me remueve el dolor injustificado, el activismo político-sindical, atentar contra el Estado Social y Democrático de Derecho”, dejó escrito en una breve auto-presentación. Lola, ante todo crítica y rebelde, ilustrada radical, militaba en el día a día, con su voz y sus gestos. Lola, ciudadana del mundo y de Almería. Como si fuera ayer la recuerdo en el patio de butacas del Cervantes, cuestionando a Chus Gutiérrez algunos aspectos de su película Poniente (2002). Lola, activista por y desde la filosofía, que filosofía es todo, de todo, de todos. Cada vez que, en la recurrente querella sobre el futuro, siempre incierto, de la Filosofía en la educación, ligábamos nuestra suerte a los saberes humanísticos, ahí estaba Lola para recordarnos que “la Filosofía es de Letras y es de Ciencias, es de Humanidades y es de Naturales, … Es de todo.” La Asociación Andaluza de Filosofía (AAFi), de la que Lola fue cofundadora en 1995, ha sido el marco institucional de este compromiso que tuvo un momento culmen en su participación en el XII Congreso Filosofía, Mujeres y Naturaleza (Sevilla, septiembre, 2018), ya en plena pelea con el mal que hoy nos la arrebata. Y, en el Aula de Filosofía de Almería, que por esas mismas fechas se comenzó a reunir, convocada por Lola en el Celia Viñas, la llamaremos a meter baza en nuestras reflexivas disputas. Y, como otra amiga que pone voz a tantas, evocar a esa “Lola siempre con proyectos, ideando, sonriente; Lola, paseante al lado del mar, donde se cruza el horizonte, en esa línea infinita te buscaremos para seguir disfrutando y gozar de los silencios. Y en el silencio ya te queremos siempre. En esa inmensa ausencia que dejas y en el regalo de tu presencia en nuestras vidas.”