José Luis Blanco: el hombre que cuidaba los corazones se fue al Cielo en un Mercedes

Tony Fernández

José Luis Blanco Coronado

  • Tony Fernández

Sigo tomando un solo café al día (de la marca Salvador, siempre), para que veas que te hice caso. Se lo digo al doctor Blanco y les escribe “el señor Camacho” como siempre me llamaba. No esperen nada sobre medicina porque nuestra historia es personal.


Nos conocimos a principios de los ochenta y nunca perdimos el contacto. Siempre nos mandamos besos y abrazos a través de terceros, hasta el último de tus días. Siempre tan ocupados. Siempre.


El único día triste Es viernes 17 de julio de 1987 y ayer fue el día de mi madre, Carmen. Mi hija Copy no se separa de su abuelo. Solo tiene dos años y no para de darle besos.


Son las 9 de la mañana. No recuerdo quien me llamó a Saveres. A mi padre le ha dado un infarto. Tengo 29 años y él 62. La misma edad que ahora tiene mi hijo y ahora tengo yo.


Subo en mi R-18 y a la puerta de Urgencias veo a mi madre que está llorando y me dice: “Papá ha muerto, llama a tu amigo el médico”. Subí a la UCI y solo pudiste certificar la muerte. Mientras redactabas, me preguntabas cuántos cafés me tomaba: “cómo que cuatro” y hasta el día de hoy.


Saveres Nos queríamos mucho y nos ayudamos siempre. Cuando a comienzos de los ochenta me vino al mostrador del repuesto de Saveres un madrileño más chulo que un ocho, y me hizo un pedido de piezas para un Mercedes que tenía en reparación en un taller, le dije que no debería llevar su coche a un taller ‘pirata’. “No te entiendo”, me dijo. Y desde aquel día le abrí ficha en Saveres y empezamos a poner en órbita su coche.


Te gustaba llamarme Camacho porque era uno de los apellidos de tu mujer, creo recordar, y cuando te llamaba a la UCI y sonaba aquello de ¡Doctor Blanco acuda al teléfono! Te recibía con el importe de la factura y nos reíamos mucho.


Sabes que fuiste un privilegiado conmigo porque pasé de recambios a recepción y te regalaba el lavado, te hacía descuentos en las facturas, (mi primo me va a matar) y te regalaba los mejores consejos sobre el mantenimiento de tu Mercedes que tanto te gustaba. Cómo disfrutamos José Luis. Tantos sueños de medicina los tuyos como ilusiones de radio las mías, porque cuando estaba pluriempleado en Saveres y Radio Nacional tu respuesta fue: “estás loco ‘perdío’, te veo ‘atacao’ ¿cuantos cafés llevas en el cuerpo?”. Uno, doctor.


Corazón enorme Todos los líos que llevamos ‘palante’ nunca impidieron nuestra conexión. Te leía en los periódicos triunfando en la medicina y un día me preguntabas: “Eso de Tony Fernández...”, siempre contentos de vernos. Orgullosos el uno del otro, sin saber en realidad si lo nuestro era amistad o era otra cosa, porque nos pegamos años sin vernos y al encontrarnos parecía que fue ayer.


No te lo vas a creer, José Luis, pero el día que me salto la norma y me tomo el segundo café me acuerdo de ti. No sé qué enfermedad te ha llevado por delante. Ni falta que hace. Las personas que se pasan la vida ayudando a los demás nunca mueren.


Estás en mi corazón y me consta que te has marchado al Cielo en un Mercedes porque has sido una estrella.