Justo en la mitad de mi vida experimenté uno de los episodios más amargos desde mi existencia que me hizo conocer una parte de mí y del mundo que jamás habría conocido. Una sensación que no se la deseo a nadie, pero que a la vez, estoy seguro que a cada persona que lo vive le crea una perspectiva que obliga a evolucionar como ser humano y como persona.
El desapego es tan importante practicarlo que nos hace más y mejor humanos sin darnos cuenta.
Porque nos demostramos a nosotros mismos que nada es eterno, y que en el recuerdo viven las cosas para siempre. Como si de un sello se tratase, queda impregnado en nuestra mente y alma. Eternamente.
Sin dejar de existir. Sin jamás haber existido.
A veces olvidamos que un simple te quiero puede hacer maravillas, puede hacer salir a una persona de sus peores momentos. Es un poder que tenemos ,que a veces se nos olvida que está ahí, y no es nada extraño en un mundo con falta de ello.
Cuando hablamos de amor, no pensamos en otra cosa que no sean las personas que nos quieren y nos cuidan. Como si el amor fuera algo físico...
Yo pienso que es otro concepto. Creo que es el quinto elemento que hace del mundo un lugar maravilloso. Porque donde se le da cabida al amor, no existen las carencias ni los problemas.
Nuestros recuerdos nos hacen a nosotros mismos.
Por eso mismo, como si estuvieras delante de mí,
te regalo lo que la vida me enseñó a decir TE QUIERO, sin importar que te fueses de este mundo un día como hoy, hace 13 años:
Te quiero, mamá.