Luis Gázquez Abad
Querido Luis, un martes, el 3 de febrero de 1959, tuvo lugar un accidente de aviación en el que murieron los compositores y músicos de rock and roll Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper durante una gira musical. El accidente fue conocido como “el día que murió la música”, por la canción de Don McLean en American Pie. A nosotros nos pasó lo mismo. Se nos murió el vuelo de tus manos en cualquier piano, el ritmo de tus ojos en un compás improvisado y tu voz ronca aleteando sobre ese nuevo pasaje descubierto.
Se nos murió la música porque nadie la explicaba como tú, porque antes de acariciar cada tecla con tu sensibilidad única, ya queríamos oírla. Y porque días después todavía revoloteaban en nuestros recuerdos tus notas y tus palabras. Porque eras muchas cosas, pero sobre todo eras música, porque anhelabas muchas cosas, pero siempre con música. Música, música y música.
Y en ese mundo tuyo, hecho de melodías, donde las alegrías y las penas se tocaban, donde instrumentos y claves se confundían con la realidad, era fácil vivir. Porque antes dije que eras notas y palabras, pero también una sonrisa socarrona, un abrazo cálido y la inteligencia dibujada en cada uno de tus gestos.
Por eso, hace hoy 12 años, se nos murió la música. Pero tú sigues vivo entre nosotros y entre quienes aman esa música con la que llegaste a todos los que te querían y te admiraban.
Música, música y música, siempre música. Siempre Luis.