Uno lo recuerda en alguno de aquellos días de recio levante de la niñez volviendo a puerto, cuando la mar dislocada parecía que engullía al Lufran y él aparecía en la cubierta como un fantasma, con su pelo ensortijado, con su impermeable amarillo, voleando a tierra la maroma salvadora; después, ya envejecido, se convirtió en uno de los parroquianos más asiduos de los bancos del Pósito. Se le podía ver allí a diario, cuando había criado ya una espesa barba blanca, al lado de otros viejos lobos de mar del Puerto, con su aspecto de Hemingway, contando sus andanzas y sus devaneos entre la furia de las olas. Porque Juan Miguel el Pollo, pasó más tiempo entre ellas que en tierra firme: 12 horas diarias durante 50 años en busca de la brótola, de la pescada, de la cigala.
No ha podido aguantar más este pescador garruchero el veneno de la enfermedad y se ha ido con 81 años dejando su puerto y su aldea, sus recuerdos marineros, sus mañanas de sol y sal, sus chascarrillos contados a pie de Malecón; se ha ido dejando una familia numerosa de seis hijos que fue criando con su mujer Isabel a lo largo de aquellas décadas de zapatos colegiales y carteras en la espalda. Fue también concejal del Ayuntamiento de Garrucha por la UCD en las primeras elecciones democráticas, cuando todo estaba por hacer en ese pueblo, cuando todo estaba por hacer en ese país.
Juan Miguel nació en un crudo 1940 bajo la ubre de una familia pescadora. Su madre fue Frasquita Rodríguez La Chulas y su padre el tío Luis Galindo el Pollo, que había sido fogonero en un barco mercante y que volvió a Garrucha y construyó el Diego Galindo, un palangrero en honor a su abuelo que había sido capataz en la descarga de mineral en el Muelle. Después se hizo el tío pollo con el Juan Andreu, que perteneció al tío Caracol, y con la Mariví Oteiza en 1967, dos de las embarcaciones pioneras de la pesca de arrastre en Garrucha. El tío Luis fue uno de los hombres que más fue al cine en España -casi a diario en el gallinero con el tendero Alejo- y uno de los fumadores más implacables: si se le acababa el tabaco en alta mar hacía volver al barco a puerto.
Juan Miguel y su hermano Diego continuaron con la tradición pescadora de la familia. En 1974 botaron el Lufran, uno de los barcos que más kilos de gamba ha capturado en ese puerto del Levante almeriense. Después compraron el Roure, uno de los barcos más potentes de la provincia con 850 caballos junto al Hermanos Fresquet de Almería. El Roure es el barco que aparece en la película de James Bond ‘Nunca digas nunca jamás’, cuando la productora del agente 007 lo alquiló a los hermanos Galindo por 500.000 pesetas para el rodaje.
Juan Miguel fue uno de los primeros patrones de Garrucha que fue de turno a la Isla de Alborán, a soportar los embates de mar para traer la cubierta llena de marisco. “Lo que se consigue con esfuerzo, se come con más placer”, decía Juan Miguel, al tiempo que recordaba cuando una plaga de peces malayos estuvo a punto de acabar con toda la pesquera y tuvo que acudir un barco de guerra y regimiento de infantería de marina para combatirlos a tiros de escopeta.
Se ha ido este viejo patrón de la gamba roja y uno lo recuerda en esas fotos minuteras que hacía Pepe Forteza las mañanas de domingo en la Cruz de los Caídos o en la barra de las verbenas del Pimentón cuando acudía a convidarse con los amigos con una camisa limpia o, mucho tiempo después, bailando con su mujer en El Chacho de Mojácar. Descansa en paz amigo Juan Miguel el Pollo, te lo has ganado Hemingway del Malecón.