Cada septiembre, una llamada a la puerta de los despachos de la Inspección de Trabajo:
-Te traigo la lotería. Son 23 euros, 20 el décimo y 3 para la Virgen de la Esperanza.
-Rafa, no tengo aquí dinero ahora mismo para pagártelo, no sabía que me lo traías hoy.
-No te preocupes, yo te dejo el décimo y ya me lo pagarás. Que es para la Virgen de la Esperanza de Almuñécar, para que la cofradía le arregle las cosas.
Así, con su enorme simpatía, con su inconfundible acento que nunca abandonó de la Costa Tropical granadina, vendía Rafa los décimos de la lotería. Y tan buen vendedor era, que tuvo un especial reconocimiento en un Homenaje el 28 de diciembre de 2016, por su querida cofradía de la Esperanza Sexitana.
Ya estamos en septiembre, pero este año no nos venderá Rafa la lotería. Nos dejaba el pasado 7 de agosto, arrastrado por un melanoma, contra el que luchó en este último año, pero acabó siendo más fuerte que él.
En este escaso mes desde que nos ha dejado, tantas conversaciones de los compañeros de la Inspección han girado en torno a él. Necesitamos compartir nuestra pena, necesitamos recordar al mejor integrante de este Cuerpo de Inspección. Y todos coincidimos en sentirnos huérfanos, compartimos ese sentimiento de indignidad que tienen los que se quedan frente a los que nos dejan, la gratitud por haberle conocido, por haber tenido un preparador, compañero, amigo.
Cómo no recordar aquí su última visita de inspección. El pasado 15 de julio, a la vuelta del médico en Granada, donde había ido para su tratamiento de la enfermedad. Paró a hacer inspecciones en el poniente. En una de las empresas que visitó hacía mucho calor, excesivo. Los trabajadores no tenían aire acondicionado ni ningún medio que les aliviara un poco de las temperaturas estivales. Rafa era Subinspector de Empleo, no tenía competencias en seguridad y salud. Pero se preocupó por esas personas que estaban trabajando en esas condiciones. Llamó por teléfono a la oficina. Por justicia y por caridad –esa fue su expresión- esa gente no puede trabajar así. Que vaya un compañero de seguridad y salud.
Así era Rafa, siempre preocupado por los demás. Siempre respondiendo a su vocación inspectora, siempre con las botas puestas.
Sí, siempre con las botas puestas, y hasta el final. Los últimos días de trabajo coincidieron con un incidente de ciber seguridad. En un contexto informático muy complicado, a partir del 2 de agosto había que instalar un programa en los portátiles para poder trabajar. Él ya estaba ingresado, en el Hospital de Torrecárdenas, estaba muy mal. A pesar de todo, hizo que su hija llevara su portátil a la oficina, ese mismo día, para que le pudieran hacer las instalaciones necesarias. Quería dejar su trabajo bien terminado, como siempre. No quería dejar nada a medias. No quería que sus compañeros nos viéramos sobre cargados con sus expedientes. Quería terminar sus papeles, aunque estuviera enfermo y desde el Hospital. Siempre pensando en los demás.
La vista se marcha a finales de mayo de 2020. Video-reunión de trabajo. En abril le habían diagnosticado el melanoma. Hasta ese momento, lo sabían sólo sus más cercanos. Al final de la reunión nos contó su situación. Estaba sereno, tranquilo y animado con el tratamiento. Muy agradecido, especialmente a su Marga, a su Javi y a su Lola. Esa tarde recibió llamadas, correos y whatsapps de apoyo. Recibió uno que para él fue muy especial. Suponía levantar barreras, salvar diferencias. “Para ser perdonado, tengo que perdonar”. Y perdonó. Y se supo perdonado. Y se quedó con mucha paz.
Rafa, quien siempre acogía. En Tenerife, cuando estuvo allí destinado. En Almería, donde finalmente se estableció. Invitaba, apoyaba, acompañaba, animaba.
Preparador de oposiciones, sabedor de la importancia de crear cantera, de plantar para el futuro. Y ese árbol ha dado sus frutos, y tantos compañeros que han llegado a la Inspección de Trabajo gracias a él.
Sirvan estas palabras de recuerdo de un gran compañero, de un gran amigo. Sirvan también de agradecimiento, por haberle conocido, por haber tenido la suerte de trabajar con él.
Continuaremos comprando la lotería, aunque no sea Rafa quien nos la venda. A él le gustará que así lo hagamos, que continuemos la tradición. Y la Virgen de la Esperanza, que le habrá recibido con un abrazo, sonreirá, como Rafa quería, por todas las loterías que le vendió para la Cofradía.