Mi amado y añorado Conrado:
Una nueva cita este 25 de octubre me recuerda tu ausencia, quince años, y mi mente vuelve a reflexionar sobre tu persona. Dejaste un bello recuerdo en mi vida por la grandeza y generosidad de tu alma, las acciones que realizabas para los que te rodeaban y la integridad de tus convicciones.
Por eso me entristece que no podamos participar conjuntamente del disfrute de nuestros hijos y nietos, del análisis de los acontecimientos que están acaeciendo en este mundo azotado por una terrible pandemia que se ha cobrado miles de vidas y ha teñido de dolor y tristeza la vida de otros semejantes que han perdido a sus seres querido de una forma brutal y rodeados de la más absoluta soledad; tampoco hablaremos de las fuerzas de la naturaleza que se están mostrando con inusitada fuerza, como tampoco emitiremos nuestros puntos de vista(a veces diferentes, a veces coincidentes)acerca de la situación social, cultural, política de nuestro mundo.
Nada de eso volverá a producirse y lo siento porque significa que no estás junto a nosotros. Ha pasado mucho tiempo, cierto, pero tu espacio en nuestras vidas sigue ocupado por el recuerdo, el respeto y el amor que te teníamos.
Dicen que la materia se transforma en energía y que esta no se destruye, se transforma, por lo que debemos pensar que, acabada la forma física, el alma sería esa energía eterna que permanece como algo inmaterial, invisible, que ejerce de luz y guía de quienes aún no hemos traspasado ese umbral de la intangibilidad. Para los creyentes fervorosos es un aliento en la búsqueda del porqué de nuestra existencia. Quisiera creer y alimentar mi soledad con la esperanza de que no te has ido para siempre porque algo de ti acompaña nuestro deambular existencial.
Sea de la forma que sea, eres la luz que guía mi camino y tu ejemplo de vida, el pilar en el que me sostengo para vivir en el respeto y amor a mis semejantes. Estarás siempre vivo en mí, mientras mi memoria sea capaz de actuar con coherencia.